"La voz en off"
La nueva apuesta del director Cristián Jiménez, antes responsable de la magnífica "Ilusiones Ópticas" y la interesante "Bonsái", está destinada a quedar entre las películas que, sin ser perfectas o completamente logradas en su arquitectura visual, se revela como un aporte de indudable valor en el cine nacional reciente.
La protagonista es Sofía (Ingrid Isensee), una mujer de 35 años, vegetariana y recientemente separada que anhela estabilidad para poder ordenar su existencia. Sin embargo, todos a su alrededor se lo impiden: su padre (Cristián Campos) abandona a su madre, sus hijos están empeñados en comer carne y para colmo, su hermana mayor llega desde Francia con su pareja, haciendo tambalear el orden que ella ha logrado construir. Pero el detonante de todo lo constituye un secreto que Sofía descubre y que involucra a su propio padre.
Fiel a su estilo, Cristián Jiménez se apoya en situaciones aparentemente mínimas para que estalle el drama asordinado en una familia bastante atípica y que revela lo que somos los chilenos, con conversaciones en voz baja y frases incompletas. Como ya lo hizo antes, escarba en el centro de la familia, donde se cruzan secretos y se esbozan traiciones.
Si bien el guión de 'La Voz en Off' es inteligente, no puede negarse que el relato se torna un tanto desarticulado al comienzo porque los sucesos, por ser tan mínimos, no logran despertar la curiosidad del espectador sino hasta que se establece el secreto que rodea al padre y que servirá para que el filme levante el vuelo que necesitaba.
Lo interesante de esta propuesta es que todos los personajes que describe Jiménez están heridos, son incompletos y producto de una profunda ruptura deberán enfrentarse con sus propios miedos, inseguridades y culpas. Algo que se había logrado de manera brillante en 'Ilusiones Ópticas', pero que acá no logra ese nivel de fineza.
El título alude al empleo de Sofía que regresa a su antiguo trabajo como voz en off para comerciales, lo que es empleado por el director para insistir en que todos hablan "desde afuera", sin poder ni querer acercarse a verdades que se intuyen desagradables pero necesarias para que cada uno logre sanar sus heridas emocionales. En este aspecto, el personaje de la madre (Paulina García) es tremendamente ambiguo en su construcción: nada sabemos de ella realmente y su figura se torna hermética, distante e incapaz de asumir la realidad que la rodea.
Donde el filme destaca es en el aspecto técnico, lejos de lo más logrado en mucho tiempo: cuenta con un acertado montaje, donde cada uno de los planos se van uniendo de manera fluida, haciendo que los acontecimientos adquieran una importante dimensión humana y una fotografía que saca el máximo de provecho al paisaje de Valdivia, fotografiada como pocas veces con una luminosidad y paleta de colores que son un marco impecable para el devenir de los personajes que en el plano final -sin diálogos, apoyándose solamente en la capacidad del cine para articular emociones- es de esos instantes que se agradecen dentro de los hallazgos de nuestro cine nacional.
Advertimos sí que se trata de una película que no será del gusto de todos, dirigida especialmente para ese público que disfruta de los filmes intimistas, con diálogos aparentemente triviales y que son capaces de ir armando la historia con datos, silencios y situaciones mínimas. Esto no es cine de efectos especiales ni de montaje acelerado. Es, como lo dice el título, una película que se deja apreciar a medida que una voz en off, externa, distante, nos va explicando de qué manera se destruye una familia que ha vivido durante años basada en las apariencias y en las traiciones encubiertas.
Una muy interesante y arriesgada apuesta de Cristián Jiménez que, nuevamente, se revela como un director con ideas, sensibilidad y buen pulso al construir sus propuestas dramáticas.
Periodista, Magíster en Edu. Escritor, Académico U. A.
Víctor Bórquez N.