El fin de semana, la selección de Nigeria se quedó con el título del Campeonato Mundial de Fútbol Sub 17 desarrollado en nuestro país, al derrotar al representativo de Mali. Una de las características de este certamen fue la "ausencia" de Chile en los momentos claves y en general, una percepción de distancia entre la afición y el evento.
Claramente la adhesión que tuvo esta "Rojita" respecto a la que hiciera a medio Chile levantarse de madrugada en 1993 para ver su actuación en Japón, es muy distinta. Y si este torneo se compara con el que se jugara también en nuestro país, en 1987, el impacto fue muy diferente.
Se debe concordar, eso sí, que se trata de dos momentos distintos. Chile social y políticamente se encontraba en una situación diferente a la de hoy y el fútbol, con un torneo mundial, se transformaba así en un hito para el último tramo de los '80.
Hoy, el Mundial Sub 17 apareció luego de una Copa América que ganó nuestro país, con una selección estelar y que estaba llamada a ser gran protagonista del campeonato. ¿Qué se podía decir de la Sub 17? Anónima y con una pobre campaña previa, ya en términos deportivos la "Rojita" no inspiraba ni desataba entusiasmos.
La cobertura televisiva abierta tampoco aporto mucho. Se limitó sólo a los encuentros del combinado nacional. La mascota, el balón y tantos otros elementos que forman parte del marketing no llegaron a ser parte del interés de la afición ni tampoco se les masificó.
Se debe tratar de uno de los eventos mundiales que menos impacto ha provocado en la afición, con un deporte tan popular como es el fútbol. El desempeño del equipo chileno, tampoco contribuyó mucho a hacer del torneo, uno que tuviera a los hinchas expectantes. El brillo de la selección absoluta y el pobre trabajo que en general existe con los equipos menores, conspiraron para que la identificación con el cuadro nacional decayera.
Todo se manifestó en una asistencia a los estadios sólo digna, lo que muestra que lamentablemente, este Mundial Sub 17 recientemente disputado en Chile, pasó "sin pena ni gloria" para un país, supuestamente, "futbolizado".