Hace 57 años
Antofagasta fue en un tiempo una especie de Far West, algo parecido a lo que fue California, a lo que era Magallanes poco después de haberse fundado el Fuerte Bulnes, y Copiapó durante el reventón de plata de Chañarcillo. Gentes de armas tomar venía hasta estas latitudes, dispuesta a llenar la bolsa y partir en seguida. Pocas veces el carácter aventurero y trashumante del "roto" encontró una oportunidad mejor que la que le brindaba la Pampa para vaciar sus inquietudes andariegas. El desierto lo atraía por lo que tenía de huraño, de aplastante.
Bajaban al puerto y se dispersaban con su "instrumento" al hombro. Esa "herramienta" era un "choco", una carabina recortada. El barco extranjero era motivo de fiesta. Hoy no llama la atención…
La acústica terrosa, el precipicio seco que constituía el panorama propicio a la codicia sin remedio era algo fatal e inevitable. Los hijos abandonaban a sus familias en aquellos pueblos sureños sin esperanzas, envalentonados por los que de aquí regresaban equipados. El arribo de un "nortino" al solar paterno era saludado con bullicio, porque siempre lleva éste un halo de leyenda, vestía de distinta manera y sus corbatas multicolores y su "victrola" le daban un aspecto extraordinario. La distancia conspiraba a favor de este misterio, y quien emprendía un viaje por tren o por vapor era despedido con llanto, como si nunca más se le volvería a ver.
Hoy, se puede ir a la capital y volver al día siguiente. En menos de tres horas lo conducen a uno los aviones desde Cerro Moreno a Los Cerrillos. Antofagasta ha perdido ese aire de campamento temible.
Podemos hablar de la "vida propia" con el nacimiento de nuevas industrias y con las vinculaciones que establecerá el ferrocarril a Salta. Es común escuchar a los que nos visitan por primera vez: "Hombre, no tenía idea de lo que era esto, pero si hay tiendas igualitas a las de Santiago, y una plaza, y edificios… Pues, claro, ¿se había imaginado que aquí andábamos con botas y revólver al cinto?.
Anónimo