"A Antofagasta", de Antonio Rendic
"Obras Escogidas", "Palabras Humildes" y "La Música del Silencio", libros editados en la década final del siglo XX, para difundir la producción literaria de Antonio Rendic, han permitido hablar de 1930 y su poesía. A mediados de esa década, el joven Sabella tenía unas pocas obras; Mario Bahamonde recién soñaba con publicar; don Antonio contaba con algo más de media docena de títulos. Para este ya médico y escritor, el futuro le auguraba una producción de 50 libros más. Con éstos fijó la continuidad de la poesía nortina del siglo XX. Su opción por la poesía fue definitiva y aunque su temprana producción, con primicias allá por 1914, en Copiapó, se redujo a la nada, excepto el conocido soneto "Mujer" para su esposa, Amy Jenkin Richards: "Dicha y gloria tendré mientras me mires / con tus ojos azules como el cielo…", algo aún debe agregarse a lo sabido. Durante el segundo semestre de 1926 se conoció su poema "A Antofagasta" y la primera estrofa, decía:
"Del mundo tú eres perla,/ mi bello Antofagasta, /mi dulce y santa tierra,/mi luz, mi porvenir:/encanto de la vida,/perfume de los cielos, /en ti el Edén se encuentra,/en ti, no más, en ti".
El tono laudatorio y el léxico armonizan creando la imagen de un Antofagasta estéticamente valiosa. La antigua "laudatio" poética se muestra apta para la intención del poeta. La estrofa siguiente para estas tierras pródigas, gracias al amor, realza lo material de sus riquezas con la espiritualidad de quienes la elogian:
"Tu pampa solitaria,/fecunda de riquezas, / con oro una corona/te forman con amor; / tus hijas predilectas/ las musas del Desierto/inspírannos un himno/divino en su loor".
La tercera estrofa, casi pictórica, retrata la inmensidad de una naturaleza de espectaculares vetas minerales que asoman por cordilleras, pampas y costas arrulladas por el océano: "Tus cumbres elevadas,/ tus cerros majestuosos / encierran en su seno/ la veta mineral; / tus playas nos ofrecen/ hermosos panoramas; /mil notas cristalinas/ te vienen a besar".
La estrofa final, propia del hombre de fe, no sólo integra a los antepasados, sino que revela agradecimiento y confianza en un futuro mejor: "Los cielos te bendigan,/ ¡oh tumba de mis padres! / amándote risueños / los rayos de tu Sol; / coronen a tu frente/ diademas eternales, / que irradien tus riquezas/con nítido fulgor".
Lo notable del poema es que se sitúa en medio de la producción de los maestros de esos días, como Alberto Mauret Caamaño con "La sombra de Psiquis" o de ese curioso libro que decía "De Juan José Julio y Elizalde: Poemas Anti - Alcohólicos. Imprenta Castellana. Antofagasta. 1923".
En esos años, Luis Urzúa se conocía por un puñado de composiciones que como "Versos de Juventud", será la Primera Parte de su obra "Itinerario". (1947). Otro mérito de este himno es que debe considerarse en un primer lugar de la lírica de don Antonio Rendic, por su fecha de edición, pues por este sólo hecho enlaza con la producción precedente y permite el avance para superar el apagón cultural creado por la Gran Crisis de 1930 en el mundo del salitre.
La Poesía Regional tiene mucho que enseñar a los nortinos. La conciencia regional podría aprender más de algo de la poesía nortina.