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Bendito Hombre Bueno

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Ivo Pavlov Bakovic

El Dr. Rendic se caracterizó por su sencillez, modestia y tierna amistad, gran sabiduría, desvelo y amor por los más humildes. En sus trabajos literarios en verso y prosa, se revela el alma de un contemplativo de Dios y del hombre, casi un místico, como lo recordó en una oportunidad Monseñor Carlos Oviedo Cavada.

Su oratoria cautivaba a los asistentes en charlas o lecturas literarias en las que participaba. Su entrañable amor a su esposa, sobrinos y nietos es indudablemente el reflejo fiel de su vida austera,

Sencilla y feliz. Fue "un hombre bueno".

En su consultorio, en la esquina de Maipú y Latorre, acogedor ya al ingresar, se sentía un aura única. Su figura alta y delgada, con un blanco delantal impecable, unido a su amable y cordial recibimiento a las mamitas y "Juanitos y Juanitas", como llamaba cariñosamente a sus pequeños pacientes, hacían el preámbulo de un feliz diagnóstico y pronta mejoría. Afuera, por calle Latorre, esperaban su turno, pacientemente, en forma muy ordenada unas 30 ó 40 personas.

Esto era común de lunes a viernes, los doce meses del año, de 7 de la mañana hasta pasado el mediodía. Una vez terminada la jornada, tomaba su sombrero y encaminaba sus pasos a la Catedral para orar y agradecer a Dios por existir, servir y amar a los más humildes y desposeídos. ¡Qué hermosa lección de vida!

Sus manos benditas, su pañito blanco que colocaba sobre el pecho y espalda de los pequeños pacientes para sentir el latir y respiración de sus enfermitos, haciendo el diagnóstico certero. Sus muestras médicas las regalaba y siempre trataba que sus recetas fueran económicas para aliviar los bolsillos de las mamitas. Y como si fuera poco, en la antigua Farmacia San Pedro, ubicada en la esquina de Prat y Latorre, se hacía descuento por ser enviados por el Doctor Rendic.

¡Cuántos niños de Antofagasta fueron sanados por el "médico de los pobres" de la molesta psoriasis, sin comprar un solo medicamento! Su practicante realizaba una autovacuna al paciente por tres veces alternadas en la semana y adiós malestar. De igual modo, la fimosis o estrechez en niños y adolescentes la solucionaba sin cirugía ni bisturí, sólo un pequeño tirón con sus dedos diestros y …listo. Y para la curación y lavado higiénico, dos sobrecitos de permanganato de potasio. Ah, en la Farmacia San Pedro por supuesto para el descuento. Y así, con remedios económicos curaba afecciones bronquiales, tos convulsiva, raquitismo, etc. etc, enfermedades que eran frecuentes en aquella época.

En esa Antofagasta más pobre que la de hoy, el Dr. Rendic aportó su granito de arena para aliviar el sufrimiento del alma y del cuerpo de quienes llegaron hasta él en busca de alivio a sus males. Consciente de la difícil situación económica de sus pacientes, recurrió a la autovacuna, a una dieta adecuada, al aceite de bacalao, a la leche de burra y al consejo cariñoso, remedios eficaces que devolvieron la salud a cientos de antofagastinos, que aún hoy lo recuerdan con gran cariño y agradecimiento y lo veneran como un enviado de Dios.

un santo para antofagasta