Dániza Urrutia Sepúlveda
Enamorada de la ciencia, inquieta, trabajólica, ciento por ciento comprometida con su profesión, Pamela Chávez Crooker es una antofagastina que ha llegado lejos, todo un ejemplo a seguir.
Ha recorrido el mundo para perfeccionarse, pero optó por quedarse en su tierra natal, lanzándose de lleno al mundo de la innovación y de la investigación.
¿Eres una antofagastina orgullosa de sus raíces?
-Soy nacida y criada en Antofagasta. Como mi papá trabajaba en el ferrocarril vivimos siempre en las casas antiguas de la empresa. Estuvimos en la calle Latorre, nos cambiamos a calle Adamson y después a la calle Atacama. Tengo gratos recuerdos de esos tiempos. Había juegos y visitábamos a menudo las instalaciones del ferrocarril. Yo siempre fue hiperactiva y tenía que practicar deportes para no aburrirme. Estudié en el Instituto Santa María.
¿Cuándo nació tu pasión por la ciencia?
-Tuve la oportunidad de asistir a ferias científicas, donde pude interactuar con profesionales. Comencé dando a conocer nuestro trabajo a muchos adultos, y eso me llamó la atención. Además ganamos a nivel regional y viajamos a Santiago a participar en un nacional en el Parque Bustamante. Esa experiencia fue decidora porque había académicos de universidades y eso me encantó. Ahí dije esto es lo que quiero hacer siempre.
Acá estaba Acuicultura y opté por esa carrera. Llegó un profesor del extranjero y me acerqué a preguntarle si yo podía trabajar en microbiología, porque yo quería estudiar las bacterias asociadas a los moluscos.
Talento
¿A los 18 años ya participabas en conferencias?
-Empecé a trabajar y nos ganamos un Fondecyt. A los 18 años yo ya estaba presentándome en conferencias. Todos se preguntaban en Santiago quién era yo. Entonces decidí hacer mi primera publicación científica.
Escribí en español mi primer paper a los 18 años. Después de eso me invitó a publicar un profesor que hoy en Premio Nacional de Ciencias, Nibaldo Inestroza. Publicamos un segundo paper. Cuando terminé la carrera tenía 21 años y había hecho todo en cuatro años. Entré a trabajar a la universidad porque me contrataron con profesor instructor. Postulé a dos becas, una a Suecia y otra a Japón. Al año siguiente me dieron la beca y me fui a Kioto.
¿Tu trabajo hizo posible que hicieras un post doctorado en Hawaii?
-Después cuando estaba terminando gané una beca para ir a Estados Unidos. Así hice un post doctorado en Hawaii. Estuve un año allí y también nació mi hija Sophia, entonces mi familia quería que regresara porque ya llevaba siete años fuera. Estando acá me ofrecieron incorporarme a la universidad y empecé a trabajar en la Facultad de Recursos del Mar de la UA.
¿Pero tu interés también está en los emprendimientos y adentrarte así en la biotecnología?
-El 2005 hice mi primer emprendimiento en biotecnología. Trabajé en varios proyectos y por eso me empezaron a contactar empresas interesados en los temas en que yo trabajaba. El 2000 se había determinado el genoma humano y comenzó el nuevo siglo para la biotecnología. Entonces el 2005 hice el emprendimiento "Biotecnología Antofagasta". Compré una casa y en el garaje de esa casa montamos la empresa, el laboratorio.
Al tiempo llegó otro inversionista que me pidió hacer "Aguamarina". Ese segundo emprendimiento (2007) hizo que la universidad no me renovara el contrato, entonces me lancé de lleno a ese proyecto.
¿La idea fue mejorar procedimientos y buscar soluciones a los problemas de la minería?
-En "Aguamarina" decidimos focalizarnos en cómo la industria de la biotecnología puede aportar a solucionar problemas en la minería. Para eso teníamos que investigar, debíamos conocer los dolores de la industria. Uno de esos dolores era el control de material particulado, porque básicamente la minería mueve rocas, entonces eso genera mucho polvo en suspensión y no hay productos que se puedan usar en la fuga de esos materiales.
Decidimos llegar con buenas soluciones, y desarrollamos un producto gracias al cluster de proveedores de clase mundial de BHP que nació el 2010. Nos financiaron una primera fase que fue el desarrollo de la idea.
Exportación
¿El apoyo del Core fue fundamental para hacer realidad un sueño?
-Cuando estábamos de lleno trabajando con ese producto extraordinario que usa el mismo material particulado para inmovilizar a través del uso de microorganismos, postulamos al programa de financiamiento del Fondo de Innovación para la Competitividad del Core, pero los fondos siempre iban a las universidades, pero nosotros también somos un centro de investigación reconocido por Corfo, por lo cual podíamos postular.
Intentamos dos veces pero no obtuvimos el apoyo, hasta que en una tercera vez el Core decidió apoyarnos en nuestro proyecto, que fue para empaquetar el Bioseal. Gracias a eso logramos tener una presentación final y comercial, que puede ser exportable y venderse.
¿El esfuerzo de años fue premiado con un importante reconocimiento?
-Así llegó el reconocimiento y fuimos los ganadores del Premio Nacional de Innovación Avonni El Sol 2015. Habíamos postulado anteriormente, pero fuimos seleccionados como finalistas. Estamos haciendo una exportación a Uruguay. Desde Antofagasta estamos viendo a otros países que es un poco el anhelo que tenemos como región.
Ha sido una lucha permanente, muchas veces no es fácil conseguir apoyo. Estoy acá porque tengo identidad con la región, me encanta mi ciudad, he viajado por todo el mundo, pero mientras más viajo, más me encanta mi ciudad.
"Estoy acá porque tengo identidad con la región. Me encanta mi ciudad, he viajado por todo el mundo, pero mientras más viajo, más me encanta mi ciudad. Creo que tengo una calidad de vida extraordinaria".
entrevista. pamela chávez crooker, Premio Nacional Avonni El Sol 2015: