De Rokha: una conducta
Pablo de Rokha hizo de su destino la augusta, sagrada y sangrienta huella de un Hombre-Poeta, que es responsabilidad y honra superiores a la del Poeta-Hombre: "Pero se trabaja exactamente con barro y con sueño…" De Rokha va más allá del poeta, aparejando a este ya altísimo menester al combatiente de auténtica savia revolucionaria. No se conformó el autor de "Los Gemidos"(1922), con la sencilla faena del canto. El canto por anchuroso que sea, siempre quedará en manquedad, si no se le agrega un contenido que le trasmute en fruto de sangre y no le deje en fruto vano de tinta.
Fundamenta su poética una ardiente línea de ternura humana que, luego, se ramifica en violentos latigazos de poderosa oratoria, esa oratoria fosfórica, única, que resuena como un viejo mar puesto a morder la entraña de una muchacha: "¡Placer de destruir creando…! Tronchar un sol, parir un cerro, e ir por la vida cultivando un jardín con flores de hierro" (El folletín del Diablo).
Encima de esta apasionada marea echa su humedad entrañable el amor nacional, su amor de chileno criado con dolores de pueblo, cantándole al pueblo, no para robarle una esperanza, sino que para expresarle, de raíz a raíz, y ayudarle en su batalla de luz… No ha sido el poeta que estigmatiza la soberbia de los poderosos y, arría su protesta: su discurso polémico, aposentado en legítimo oro del lenguaje, adoctrina, guía, esperanza, conduce, soluciona, aclara y resuelve: "¡contra la guerra, por el pan, la paz y la libertad de las criaturas…!" (Parlamento a la ciudadanía, 1950).
Su poesía es más que un río y una bandera: es una conducta, esto es esencial en el destino de los hombres: una conducta que enceguece a los cobardes y comerciables, pero que transmite fuego y miel a los que pensamos que la sangre del hombre no ha de encender lámparas de sibaritas de hielo, sino que ha de constituir el océano de los océanos, aquel donde el futuro llegue, todos los días, levantando los cardinales de la felicidad.
NdeR. Pablo de Rokha nació el 17 de octubre de 1894.
Andrés Sabella