Minera Centinela, del grupo Antofagasta Minerals, acaba de anunciar esta semana el recorte del 5% de su planta; que llega al 7% del total de todo el conglomerado.
Hace unas semanas, Escondida (la mayor productora de cobre del mundo), recortó casi 1.000 personas; Codelco hizo lo mismo, incluyendo a parte importante de sus ejecutivos; también ocurrió lo mismo en El Abra, que despidió a la mitad de su personal.
Anglo American dijo que sacaría unos 6 mil puestos entre todas sus operaciones. Sólo en Antofagasta se perdieron 7 mil empleos en un año, todo como consecuencia lógica de un fenómeno evidente: el valor de la libra de cobre cayó desde poco más de 4 dólares, a algo menos de 2,5.
Lo malo es que esta realidad no cambiará ni en el corto, ni en el mediano plazo. El súper ciclo del cobre llegó a su fin y los impactos severos de aquello ya están comenzando a verse en las mineras, en las prestadoras de servicios, que también enfrentan recortes importantes y en general en cualquier actividad comercial.
Punto aparte son las arcas fiscales.
Codelco entregaría US$ 990 millones durante el año al Estado, la cifra más baja en 13 años, según la estimación realizada por el Ministerio de Hacienda. De esta forma, los recursos de la empresa representarían cerca del 2% de los ingresos totales del fisco para el año en curso.
La situación es compleja para la industria y para el país, pero debe insistirse que son ciclos normales, aunque poco previstos, respecto del origen. Pocos, o nadie anticiparon la magnitud de la situación china y su efecto sobre las exportaciones de distintos commodities, que efectivamente -no sólo el cobre- estuvieron en precios históricos durante varios años.
Tanto el FMI como el gobierno han puesto el acento en que con esta realidad, crecer al 4% recién sería una posibilidad a partir de 2019.
Los ajustes seguirán, entonces, en desarrollo, algo previsible en cualquier actividad que sufre impactos de este calibre.