Caleta de "Peña Blanca"
Como "Peña Blanca" se conoció el punto costero donde Juan López varó su "Halcón". Un sector abrigado de los vientos del sur por un enorme rompiente, conocido como "Bajos Town". Talvez, la denominación inglesa "town" que significa "poblado", hubiese referido el punto en que se vislumbraba la aldea y se levantaban las primeras "ranchas".
El montículo o "Peña Blanca", fue conocido también como "Morro Cagado", por la gran cantidad de guano que coronaba el picacho. Era, sin lugar a dudas un referente histórico y permaneció incólume hasta mediados de los ochenta. A su lado se hallaba el primer faro que tuvo el puerto antofagastino, que alertaba a los navegantes de las rocas insidiosas del lugar.
La construcción de la dársena del Club de Yates lo demolió sin más ni más. Sucumbió así un trozo de la historia, testimonio de esos años del siglo XIX en que aparecieron los pioneros, para esbozar -con el laborioso empuje de sus corazones- lo que sería este Norte Grande, al que cantó Sabella. Junto con esta obra, cambiaron las corrientes y el curso del mar -especialmente en las grandes marejadas- incrementó la acumulación de sedimentos en el fondo de "La Poza"
Un borrón al pasado, casi una bofetada al patrimonio histórico.
Pero hay más…
El sector de playa -donde efectivamente tocó fondo la quilla de la chalupa de Juan López- también quedó sepultado por el hormigón. Era un tramo de unos doscientos metros, de arena parda, quizás una de las pocas playas con arena de ese color que hay en el litoral Norte de Chile. Por muchísimos años, los pescadores locales la emplearon para varar sus embarcaciones y empleaban la misma arena -como abrasivo- para carenar sus chalupas y cachuchos.
"La poza", como se conocía dicho sector, se ha visto reducida. No obstante haber desaparecido los muchos muelles, donde se acoderaban lanchones y remolcadores. El problema actual es complejo, se ha embancado y el fondo está -cada vez- más bajo, generando riesgos en las embarcaciones menores. Hasta hace una década, dormían en el fondo anclas, anclotes y rejeras con que se hacían firmes las boyas y fondeaderos. Hurgar en ese fondo permite encontrar vestigios de aquellos años de comienzos del siglo pasado, cuando aún no existía el puerto artificial y esa "poza" representaba el corazón marítimo de la naciente Antofagasta…
Jaime Alvarado García