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Concejal Benítez confirma que va a elección de alcalde

CIUDAD. Médico apuesta por energías limpias y trabajo con la comunidad.
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El médico Hugo Benítez (57) oficializó su candidatura a alcalde de Antofagasta en las elecciones que se realizarán el próximo año. Cree que su carrera de servidor público y concejal son un respaldo para el camino hacia el sillón municipal.

En entrevista con El Mercurio de Antofagasta, Benítez reveló que tiene todas las capacidades y ganas para iniciar esta campaña, ya que desde abril de 1987, cuando llegó a Antofagasta "a pagar" la beca de su especialización de anatomía patológica desde el sur, sintió algo especial por el norte.

"Una cosa que me marcó con los antofagastinos es que en las tragedias son muy solidarios. Cuando había cumplido un año y medio mi hija se cayó de cabeza del cuarto piso y se quebró el cráneo contra el pavimento. Y en esos días de angustia que sufrí tuve mucho apoyo de la gente de Antofagasta. Gente que ni me miraba se acercó a darme su apoyo", confesó Benítez.

Gestión

Luego de pasar por distintos cargos en el Colegio Médico de Antofagasta, en 2008, decidió candidatearse por el PPD para ser concejal. Lo logró con más de 3 mil votos y lleva 8 años en ejercicio.

Desde su visión, la administración de Karen Rojo no ha sido óptima y propone un programa municipal coordinado con la ciudadanía. Además cree que sus ideas no han sido escuchadas, pues pocas veces logró influenciar a Rojo.

Como propuestas para el sillón municipal, Benítez apuesta por las energías renovables como los atrapanieblas y la energía solar, que escuchó del profesor Carlos Espinosa cuando llegó a la capital regional. Y se aplicaron luego de 20 años.

"Me siento capaz de ser alcalde. Siempre que he pensado en alguna solución, a veces tiene un desfase de 10 años, pero resulta. Por ejemplo lo del señor Espinosa y la energía solar, que le están dando importancia hace 3 ó 4 años no más", ejemplificó.

Opciones

En cuanto al escenario político, Benítez afirmó que "contra Manuel Rojas, lejos, soy una mejor opción. Conozco el mundo municipal y la administración pública. Llevó más de 30 años como servidor público".

El candidato cree que puede encantar a los jóvenes. En esa línea ve a Arturo Soto y Rinaldo Villegas como líderes y referentes, ya que ayudaron a niños a salir de dramas sociales.

¿Siente que tiene peso político para ser alcalde? "Sí, dentro de mi partido tengo apoyo y en la comunidad tengo credibilidad y capital político", dijo.

Un día como colombiano entre los antofagastinos

VIVENCIAL. Un periodista de este Diario vestido con la camiseta del seleccionado cafetero James Rodríguez recorrió la ciudad para comprobar cómo tratan a los inmigrantes. Algunos datos de la crónica en primera persona: colectivos no querían llevarlo, fue seguido por guardias en un supermercado y sólo sus supuestos compatriotas lo miraban sin recelo.
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Cristian Morales Cuello

Espero un colectivo, pasan varios pero ninguno para. Algunos repletos de gente y otros que simplemente no se detienen mientras los conductores "miran feo" o desvían su vista haciendo como si no existiera.

Estoy parado frente a la reconocida Plaza Matta, en el sector centro alto de la capital regional, esperando que algún vehículo me lleve al Paseo Prat.

Es un día normal, pero a diferencia de otras oportunidades, mi indumentaria es distinta. Dejo de lado la casaca del "campeón de América" y me calzo la camiseta de la selección Colombia.

Pero eso da lo mismo, lo importante era llegar al centro.

Algo que los inmigrantes colombianos intentan día a día para ir a trabajar en aquello que los chilenos ya no quieren hacer, como servicios de limpiezas, conserjerías o empleos en el retail.

Incluso abrieron sus propios negocios como los típicos juguitos naturales que refrescan a los caminantes en los fuertes veranos en el desierto.

En 2006 comenzó la llegada de los inmigrantes colombianos a Antofagasta en busca de un mejor pasar económico en medio de diversas convulsiones económicas y sociales en el país cafetero. Hoy la cifra ya bordea los 13 mil residentes en la ciudad, convirtiéndose en una de las colonias más grandes del país.

-Esto es normal, parce. Todos los días lo mismo- señala Freddy, oriundo de Cali que estaba en las mismas circunstancias que yo, intentando llegar al centro viendo cómo los autos pasan sin detenerse.

En mi espalda llevo la "10" de James Rodríguez, ídolo cafetero y del Real Madrid, una de las máximas figuras del pasado Mundial de Brasil 2014, quien también tuvo que salir de su país para tener un mejor pasar.

Complicado

Siento que ser colombiano en esta ciudad es complejo porque da lo mismo si uno es periodista, vendedor o barrendero. Acá uno es colombiano "a secas" sin importar educación o clase social, un simple estereotipo.

-Yo llegué el 2008 acá y nos trataban bien aunque nos miraban extraños por ser negros. Hoy ser negro en Antofagasta es sinónimo de delincuencia- continúa el inmigrante mientras saca un llavero del América de Cali y me lo muestra.

"En Colombia estudiaba gastronomía, pero ser padre de dos pequeños no es algo conveniente en un país donde el desempleo llega al 10%". Acá trabaja de mesero en un restaurante del centro y reconoce ser discriminado por el color de su piel.

-Me voy en un bus, mejor. Estoy atrasado- dice el caleño mientras el sexto colectivo desocupado pasa sin detenerse. Al rato una micro se detiene y el joven se sube despidiéndose con una sonrisa. Pese a la espera, mantiene la alegría que cualquier chileno perdería al esperar tanto. Nosotros no somos muy pacientes...

Espera

Ya van 35 minutos esperando transporte y no para ninguno. Empiezo a sentir que usar la camiseta de James Rodríguez me retrasa hacia mi destino.

Recién al noveno colectivo que va desocupado, un conductor me para sin poder disimular la mala gana. Me da lo mismo, debo llegar al centro.

-Son $900, me dice el colectivero mientras un letrero en frente señala que el precio es 200 pesos inferior

-Pero si vale $700- le contesto. El conductor se sorprende al escuchar el acento "chileno".

-Ah, usted es chileno. Disculpe, es que a estos colombianos le cobro más caro porque son muy frescos y quieren que uno los deje en la puerta de la casa, se defendió el chofer mientras devolvía dos monedas. Su respuesta me sorprende.

Según la Real Academia de la Lengua Española, el significado de discriminación es "dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos". Y por lo visto en este caso, eso se cumple.

Durante el trayecto la conversación no cambia, todo es "justificación" de por qué se cobra más a un pasajero colombiano. Incluso el conductor argumenta que muchos inmigrantes son narcotraficantes, porque así lo muestra la televisión.

-Lo vi en la serie 'El Patrón del Mal', la de Pablo Escobar, ¿Usted la vio?, me preguntó con dejo de ironía.

Según cifras entregadas por la Defensoría Penal Pública, en lo que va del año sólo se han imputado a 300 colombianos por algún delito en la ciudad, de un total de 10 mil casos.

Pero recientes robos ocurridos en el centro cometidos por cafeteros provocaron la reacción airada en las redes sociales, que exigían la salida de los inmigrantes y haciendo una generalización que carece de argumentos.

Leyes

Incluso la alcaldesa Karen Rojo solicitó a la Presidenta Michelle Bachelet una modernización en la Ley de Extranjería, además de un "filtro" en la llegada de colombianos, solicitando la pronta expulsión de aquellos individuos que hayan realizado algún delito.

No quise responder al conductor. Ya es hora de bajarme en Prat con Matta y caminar hacia el mall. En el trayecto algunas personas me miran y no creo que sea por algún parecido con el jugador del Real Madrid. Son miradas despectivas, indiferentes, como si fuera un "bicho raro" caminado por las calles de Antofagasta.

Si bien no es la totalidad de la gente con quien me cruzo, es una buena cantidad. Tal vez si usara la camiseta de Alexis Sánchez, no sucedería.

Los colombianos, en cambio, me saludan con alegría, preguntando de dónde soy o qué equipo me gusta. Se sienten locales pese a las miradas, tal vez no les importan, tal vez ya se acostumbraron.

Guardias

La mayoría de los cafeteros en la ciudad llegaron desde el Valle del Cauca, específicamente del puerto de Buenaventura, una especie de Valparaíso colombiano. Donde la cesantía alcanza el 60% con un Producto Interno Bruto de 400 dólares, cifra abismalmente disímil a los 37 mil dólares en PIB que tiene la denominada "Perla del Norte".

Ya son pasadas las 13 horas de un día soleado y la necesidad de una botella con agua se hace "irrenunciable". Ingreso a un céntrico supermercado y los guardias inmediatamente se ponen alerta.

En su interior me encuentro a otro colombiano. John tiene 54 años y llegó hace cinco desde Medellín con la ilusión de establecerse en la ciudad, pero no ha sido fácil.

-Trabajo como pintor pero cuesta juntar el dinero. La situación no está buena acá. Alcanza para vivir y mandar a mi familia en Colombia- me comenta mientras un guardia no despega la mirada en nosotros.

Seguimos el dialogo dentro del supermercado cuando pasamos al lado de otro guardia y desde su radiocomunicador se escucha fuerte "fíjate en el huevón con la polera de Colombia, síguelo".

Sólo sonrió. Compro en ese local casi todos los días y es primera vez que me siguen los agentes de seguridad. ¿Acaso llevar la "10" de la selección Colombia es peligroso?

-Parece que lo están siguiendo. Es normal, siempre pasa. Los chilenos son muy discriminadores, con ustedes mismos y con los extranjeros- me dice el pintor mientras comienza a pagar el kilo de pan y las cuatro láminas de queso que lleva a su casa.

-¿Lo discriminan mucho acá?, pregunté.

-A veces sí, a veces no. Nunca me han dicho nada pero es cosa de ver cómo nos miran para darse cuenta. Es como una discriminación invisible, responde y se despide con una sonrisa.

Yo pago mi agua mineral y me voy. Los guardias me siguen con la mirada hasta que salgo del recinto. El mall es mi próximo destino.

La economía en Chile está en plena turbulencia, con índices a la baja, pero pese a esto vivir en Antofagasta sigue siendo rentable para los inmigrantes, incluso siendo la zona más cara del país.

Según cifras expuestas por este medio en diversos reportajes sobre la inmigración, el 56,5% de los colombianos que llegaron al país lo hicieron por mejores oportunidades laborales, mientras que el 63,9% asegura que su situación económica es mejor a la que tenían antes de cruzar a nuestras fronteras.

La riqueza económica de esta región es mucha y alcanza para todos. El problema se genera en la riqueza social donde se dividan clases y en el caso de Antofagasta, las razas.

Ya en el mall las miradas extrañas y "giros de caras" continúan. ¿Y si el verdadero James Rodríguez se paseara por el centro comercial, lo mirarían despectivamente?

Exclusivo

Entro a un local exclusivo donde el precio de una simple polera supera los $40 mil pesos. No hay nadie, sólo yo "vitrineo" mientras el guardia del local sigue cada uno de mis pasos.

Sí, acá también me observan con sospecha. Siento que hay dos opciones: o me piden un autógrafo, o me echan sin previo aviso.

Pasan los minutos y sigo viendo zapatillas, pantalones y polerones cuyo valor me señalan que vivo en una región con altos ingresos. Pero en el local no hay nadie, sólo yo.

El encargado de seguridad sigue incómodo cada uno de mis movimientos. ¿Será hincha del Barcelona y le molesta que use la camiseta de un jugador del Real Madrid? No creo.

El 19 de octubre de 2013 una marcha convocada en las redes sociales llamaba a los antofagastinos a marchar en contra de los inmigrantes en la ciudad. Si bien el anuncio causó expectación, la convocatoria no superó las 50 personas protestando en la Plaza Sotomayor, quienes cantaron el Himno Nacional a todo pulmón, como si todo se tratara de un partido de fútbol.

Pese a que la asistencia fue ínfima, la movilización tuvo repercusión nacional siendo catalogada como xenófoba y motivando diversos reportajes de los medios de cobertura nacional sobre la problemática de la migración en la región.

Pero es eso es parte del pasado. Yo sigo viendo ropa hasta que al guardia se le acaba la paciencia y se acerca rápidamente. Y no precisamente para pedirme un autógrafo.

-¿Va a comprar algo o no?- me dice el hombre con cierto tono de molestia.

-No, ya me voy- respondo mientras veo cómo cambia la mirada al darse cuenta que soy chileno. Hasta me sonríe

Salgo de la tienda y me doy cuenta que son cerca de las dos de la tarde. Es hora de almorzar y partir al hogar.

Bastó una polera colombiana para sentir que era un extraño en mi tierra. Nadie me insultó, nadie me dijo nada fuera del respeto. Ningún atisbo de un ataque xenofóbico ni nada por el estilo. Pero ese silencio golpeaba de igual manera, en forma de mirada despectiva, en colectiveros que cobran de más, en guardias que te siguen por los pasillos.

Sólo bastan unas horas como un colombiano para conocer una sutil y camuflada discriminación sin palabras, una conducta invisible, pero que se encarga de dejar claro cómo tratamos al amigo cuando es un forastero sudamericano.