Ketty Farandato Politis
Antonio Rendic, Doctor en Medicina y Doctor Honoris Causa en Caridad Cristiana; apóstol de los humildes, desposeídos y desventurados. Con sus santas manos, alivia los dolores físicos de sus pacientes y con su santidad conforta y fortalece a los que sufren moral y espiritualmente.
Antofagasta lo distinguió otorgándole el Ancla de Oro, pero más que un Caballero del Ancla es un Gran Caballero, un alma noble y recta que ha iluminado nuestras sendas, a través de los años, con humildad, generosidad, solidaridad e inteligencia, porque la comprensión rige todas sus acciones.
Jamás una crítica destructiva ha salido de sus labios para con nadie, porque todos somos sus amigos y porque a todos y a cada uno de nosotros nos evalúa positivamente en su escala de valores.
Es por eso que me atrevo a escribirle en nombre de la Amistad, con mayúsculas y con toda la amplitud de la palabra; con todo lo que me ha enseñado a través de ella y en sus diferentes aspectos de las relaciones humanas, tan difíciles de llevar con su brazo generoso, con su ternura y su cariño y su entrega sin límites de su persona y en su profesión.
Me acerco con reverente admiración y veneración al poeta Ivo Serge, seudónimo del Doctor Antonio Rendic. Los oficios de un poeta son los de sentir la vida y amar al hombre por sobre cualquier consideración utilitaria. Humanizar con su canto las sorpresas del futuro y tratar de responder con las palabras lo que no se puede hacer con gestos.
Nuestro Ivo Serge testimonia los oficios del poeta con su rima.
Lo veo en medio de las sombras de un crepúsculo otoñal, caminando por una calle lentamente hacia el mar. Junto a él, creo ver la sombra purísima de su esposa, la suave y gentil señora Amy, pletórica de ternura y musa de su inspiración poética, protegiéndolo en una dura soledad diciéndole…"Acúerdate, Señor, que Tú la creaste/ y con pulpa de besos la amasaste/ para engastarla en mi corazón…Qué soledad la mía tan curiosa/ Tú siempre estás conmigo/ y una rosa -tuya y mía a la vez - entre los dos./ Su aroma tiene un celestial frescor".
"Perdóname, mi Dios, si te he ofendido./ Perdóname, mi Dios, si te he fallado./ Pero mira mi hogar, está destruido/ y por su ausencia, el corazón llagado".
"Tuve un hogar, Señor/ un hogar santo/ y una mujer a la que quise tanto/ como nadie ha querido./ Hoy no está: duerme el sueño de la eternidad".
"Gracias, Señor, por todo lo que hiciste/ para hacerme feliz,/ pero estoy triste/ triste por esta soledad amarga/ que pesa sobre mí como una carga./ Gracias por todo. Pero estando ausente la que alegró mis días, de repente/ muerde mi carne sin piedad la angustia/ y rueda, a poco, mi esperanza, mustia. Pero miro, Señor, tu rostro triste, luego pienso en lo mucho que sufriste/ y acuno, resignado, mi dolor".
Ivo Serge no puede sufrir desamparos, porque existe en nobleza de solidaridad, sangrando por la angustia de sus semejantes y, aunque vaya sin nadie, cerca, va rodeado por cientos de afectos que lo celebran en su amor cabal en: …"La alegría de ser triste/ y el dolor de ser feliz…Voy buscando a todos los caídos, a los que penan y no son oídos para estrecharlos a mi corazón…Alma plena de inquietud, quien te pudiera admirar diáfana como el cristal y limpia como la luz…"(de Inquietud).
Gracias a Ivo Serge por este aporte espiritual y cultural que nos enaltece. Gracias por su Palabra, que es la Palabra del Humanismo y de la Dignidad. Gracias por su antofagastinidad presente en cada trazo de su pluma, en cada gesto de su noble y altruista corazón.
(El Mercurio de Antofagasta, 18 de abril de 1984).
un santo para antofagasta