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La nostalgia y los recuerdos que dejaron las salas de cine de antaño

SÉPTIMO ARTE. Alhambra, Pabellón, Astor, Imperio, Latorre, Rex, Colón y el Gran Vía, fueron algunos de los recintos que albergaron por años lo mejor de la pantalla grande en Antofagasta.
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Quienes eran habitué a las funciones de cine en Antofagasta mucho antes (pero mucho antes) que las cadenas se instalaran con recintos de varias salas ofreciendo una mayor oferta, con sonido Dolby Digital y películas con tecnología 3D, hablan de una manera "diferente" de disfrutar el séptimo arte. Casi como un ritual para los cinéfilos más nostálgicos.

Una época romántica en que existían las funciones triples, numeradas y con acomodadores. Donde las películas eran exhibidas de a dos o más rollos, cuando existían intermedios de diez minutos y los espectadores podían pasar toda un tarde de cine. Donde los clásicos carteles publicitarios hechos a mano por verdaderos artistas eran casi tan importantes como las propias películas que promocionaban.

Un cine de antaño que las nuevas generaciones de espectadores no conocen y del cual hoy en Antofagasta solo quedan los antiguos edificios donde se vivió la verdadera magia del cine.

Los nostálgicos de aquel cine de antaño, rememoran las salas que poseía Antofagasta, donde destacaron el cine Alhambra, el Pabellón, la sala del cine Astor, el Imperio, el Latorre, el Rex, el Colón, el Gran Vía y el cine Nacional, el último en cerrar sus puertas al público.

De estos recintos que albergaron las salas de cine de antaño en las décadas del 70 y 80, hoy solo queda el recuerdo. Muchos de estos edificios fueron reacondicionados y cambiaron de giro, llevándose con ello años de buen cine.

En la actualidad, el excine Colón (calle San Martín frente al Teatro Municipal) es ocupado por agrupaciones religiosas. En tanto el Imperio y el Latorre sólo queda el terreno. Mientras que el cine Nacional desde hace años se encuentra cerrado.

Rotativos

Ubicado en calle Copiapó, el Rex fue otro de los recintos concurrido por los cinéfilos antofagastinos. Uno de ellos fue Pedro Arturo Zlatar, periodista, académico y cineasta antofagastino.

"'Mamá, me voy a jugar a la casa de mis abuelos', gritaba yo, después de medio hacer las tareas y partía corriendo al cine Rex que quedaba al lado del Colegio Corazón de María y a una cuadra de la casa de mis abuelos. Iba a la función vespertina de seis a ocho de la tarde y veía una película todos los días. Así, a los ocho años conocía a casi todas las estrellas de Hollywood y europeas; especialmente del cine italiano.

Otro de sus lugares favoritos de Pedro Zlatar para pasar toda una tarde de películas era el cine Imperio. Un panorama que se transformó en un verdadero ritual para el periodista.

"Los miércoles en las tardes no teníamos clases y había función rotativa en el Imperio, en la calle Sucre, con tres películas seguidas y yo hacía la cola desde media hora antes que empezara la función para no perderme ninguna. Los sábados eran sagrados para la matinée del cine Nacional, en calle Sucre con Matta, dos estrenos por el precio de uno. Ahí conocí no sólo a los artistas y películas de la gran capital del cine; también había cine mexicano, argentino, francés y hasta sueco. De esa época recuerdo, "Horoshima, mon amour" de Resnais "La fuente de la doncella" de Bergman o "El ángel exterminador" de Buñuel", comentó Zlatar.

El adiós de un coloso

Con más de 30 años como crítico de cine en "El Mercurio de Antofagasta", el periodista y miembro del Consejo de Calificación Cinematográfica, Víctor Bórquez Núñez, también conoció de cerca el romanticismo y la nostalgia de los cines de antaño.

"Antofagasta ha sido siempre una ciudad de buenos espectadores de cine, de personas que son fieles a la hora de asistir a ver maravillas y misterios en la pantalla grande. Incluso cuando los agoreros de siempre pronosticaban el fin del cine, debido a la irrupción de las nuevas tecnologías digitales, ese público siguió imperturbable su ritual de ver cine", enfatizó el académico.

Dentro de su memoria aún está vivo cuando el coloso cine Nacional bajó de forma definitiva el telón.

"Recuerdo con especial nostalgia el cierre del cine Nacional, esa mole gigantesca que aún persiste, reclamando mejor destino. Fue una mañana. Me avisaron que estaban cerrando el cine, que ya no iba más. Y partí para ese búnker de calle Sucre entre Matta y Ossa, donde había vivido tantos años de cinefilia reconcentrada. Vi el desfile de los últimos trabajadores finiquitados, el cierre definitivo de la sala y las lágrimas de Jacinto, el último proyeccionista, el último de los mohicanos", repasó Bórquez.

28 de enero de 2003 bajó sus cortinas de forma definitiva el cine Nacional ubicado en calle Sucre.