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Muerte de Andrés Sabella

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Antofagasta es el corazón de Andrés Sabella, muerto de soledad en Iquique el 26 de agosto de 1989. Había escrito su último poema en la ciudad de los héroes, al compás de las olas de un mar que nunca se detiene.

Había llegado de Antofagasta, ciudad que lo vio nacer, crecer y vanagloriarse de su fama: éstos, sus cuartetos más famosos: "Antofagasta principia en una huella, donde el sol fue la vivida simiente Antofagasta guarda entre su frente levadura de océanos y estrella. Lar de sangre y sudores en querella, de la ambición del hombre es confidente: todo aquí tiene pulso de torrente, su historia, como un cantico, destella!"

Cuando nos juntábamos con el poeta lo hacíamos por las noches de Antofagasta en el mítico bar de los hijos de Atacama. Hasta allí llegaban poetas, pintores, prosistas y músicos, dispuestos a componer sus obras en la noche preñada de estrellas. Toda una falange de creadores con el lápiz en la mano dispuesta a llenar de imágenes y figuras el papel de doble filo que nos entregaba la dignidad más tierna de los minutos.

Cada cual entregaba su mensaje en esas noches de insomnio y poesía: dibujos que Andrés eternizaba en sus cartulinas de alba prestancia; otros que hacían de las pajaritas de papel sus más bellas peregrinaciones aéreas; los que llenaban de versos la inspiración y la derrota de sus pasos; Andrés ocupaba su ocio en dibujos que, lo repetimos, nos hacían volar por la sala de humo y nomeolvides de ese local de hombres guapos para el vino y la nostalgia.

Hasta la pampa de su norte arribaron los sureños, lo dice: "La pampa sinceró al chileno del Sur, al "enganchado", acomodándolo al tamaño del heroísmo; lo depuró de escorias sentimentales; pero ni le desfiguró ni le debilitó en lo cordial y fecundo: en su corazón. El pampino ignora lo mujeril, la treta, porque la sabiduría del vivir opulento le entregó las llaves del reino tremendo de la sangre en llamas".

Descansa en paz, después de tantas caminatas por la belleza.