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Museo recupera valiosas momias de infantes que vivieron hace 1.300 años

patrimonio. Cuerpos y fardos mortuorios habían sido enviados

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A principio de agosto, luego de dos rigurosos años de trabajo de conservación, tratamiento de restos orgánicos y embalaje, se reintegraron a la Colección del Museo Regional de Antofagasta, tres cuerpos momificados correspondientes a infantes que habitaron el norte de Chile hace más de 1.300 años.

En 2013, explica el director del museo, Ivo Kuzmanic, éstos junto a otros dos, fueron trasladados a Santiago para mejorar sus condiciones de conservación. Y la gestora de esta iniciativa fue la encargada de colecciones, Verónica Díaz Vilches, con aportes del Fondo para el Fortalecimiento del Desarrollo Institucional de Museos Regionales y Especializados de la Dibam.

La arqueóloga detalló que dos de los fardos funerarios pertenecerían a un periodo de tiempo entre los 700 a 1100 D.C., y aunque no poseen información contextual relacionada con algún sitio arqueológico en específico, las características de sus elementos culturales (textiles, fibras vegetales y manufactura de los mismos) dan cuenta de atributos que corresponderían a la cultura Atacameña.

El tercer infante habría vivido durante el Siglo XVI. Sus características son bastante particulares y dan cuenta de una combinación de elementos culturales diferentes.

"Por una parte presenta ofrendas que se utilizaban en el periodo prehispánico, como una concha y un hueso de origen ictiológico (pez), complementario a ello presentaba restos de pigmento rojo. Por el contrario los textiles, su vestimenta, la cruz de madera y algunos otros objetos son característicos del periodo de contacto europeo con las poblaciones del interior de la región", explicó Díaz.

Natural

La especialista contó que los cuerpos pasaron por un sistema de momificación natural, gracias a las condiciones ambientales y del subsuelo nortino, lo que permitió su preservación hasta estos días.

Aunque todo indica a que no hubo una preservación intencional, los restos denotan una tradición cultural que se manifiesta en los patrones mortuorios y las características de los fardos o ajuares funerarios que acompañan a los cuerpos.

"Esto es parte de su costumbre cultural, así como hoy se entierra a los difuntos en un ataúd, en ese periodo existían diversas formas de realizar los ritos funerarios", aclaró Verónica Díaz, quien manifestó que estas sepulturas también tenían un sentido ritual.

¿Eran niños o niñas y qué edades tenían al fallecer?

-Tienen un promedio de edad entre 1 y 2 años. Cuando se trata de infantes con tan corta edad no es posible precisar su sexo, ya que su estructura ósea está en crecimiento.

¿Por qué los antofagastinos deben saber de la historia de estos antepasados?

-Porque es parte del legado cultural que han dejado históricamente las poblaciones que anteriormente habitaron nuestra región y el Norte Grande. Los cuales dan cuenta del manejo que tuvieron de su entorno, lo que les permitió desarrollar diferentes formas de vida con los recursos que tenían a su disposición.

¿Qué historias nos transmiten estas momias?

-Estos vestigios nos cuentan una historia que no se encuentra en libros y que, a través del trabajo multidisciplinario de diversas áreas de investigación del patrimonio cultural (arqueología, antropología física, entre otras disciplinas), van reconstruyendo para darlas a conocer a la comunidad, aportando de esta manera a reforzar la identidad regional.

La arqueóloga Verónica Díaz explicó que no existen lugares establecidos específicamente para momificar cuerpos humanos, pero sí se tiene conocimiento que diferentes culturas prehispánicas del norte de Chile han realizado un proceso de intervención, ya sea cultural y/o bioantropológico, de los cuerpos durante sus actividades fúnebres. Éstas se diferenciaban de acuerdo a su ubicación geográfica, cosmovisión, forma de vida, identidad étnica y el periodo de tiempo en el que se desarrollaron.

Dos

años permanecieron en Santiago las momias de los infantes, que ahora regresaron al Museo Regional.