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Argentina llora la muerte de uno de los miembros de Les Luthiers

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El grupo humorístico argentino Les Luthiers está de luto. Uno de sus miembros fundadores, Daniel Rabinovich, falleció ayer en Buenos Aires a los 71 años por problemas cardiacos. Tras 48 años dedicados a hacer reír al público con su humor musical, su muerte deja un vacío difícil de llenar en la formación.

Rabinovich, que sufría desde antes problemas de salud, debió abandonar en enero las actuaciones con sus cuatro compañeros y no pudo participar del espectáculo "Lutherapia", que este año presentaron en varios países latinoamericanos, incluido Chile, y en España. El comediante era reemplazado por Horacio "Tato" Turano y Martín O'Connor.

"Hacía dos años que prácticamente le decían (a Rabinovich) que ya no iba a poder trabajar, pero él salía, se defendía, se reía, y el escenario le daba una vitalidad impresionante", dijo Lino Patalano, agente del grupo, al canal C5N.

El integrante de Les Luthiers Carlos Nuñez Cortés, por su parte, manifestó que el grupo va a "sufrir mucho la pérdida" de su compañero y que aunque continuarán con su trabajo en los escenarios, tendrán que "aprender a seguir jugando sin él".

"Fue un compañero increíble para todos nosotros, siempre muy cariñoso, muy pendiente de problemas de cada uno, de la familia, de los hijos", expresó Nuñez Cortés a los medios, a su llegada al velatorio de Rabinovich.

El integrante de la agrupación calificó al fallecido comediante como "un descendiente directo de Cantinflas" e incluso como "el más gracioso del grupo".

Marcos Mundstock, Jorge Maronna y Carlos López Puccio completan la formación cómica argentina de mayor renombre internacional.

El mundo de la cultura y el espectáculo de Argentina lamentó la muerte de Rabinovich. "Despertarse y que te rompan el corazón. Gracias, Daniel", publicó el Twitter el ilustrador Liniers. "Se nos fue de gira un grande de la música y de la vida, Daniel Rabinovich, te amamos siempre! Gracias!", escribió el músico Kevin Johansen.

La poesía infantil de Sabella

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Sutil, intimista, la poesía infantil de Andrés Sabella, el ya desaparecido, versátil y prolífico intelectual antofagastino… no había tenido hasta ahora un estudio acabado. Y el pretérito imperfecto es válido porque, aunque tan solo bajo la forma de una memoria universitaria, esta vertiente de su obra cuenta ya con un análisis. Esta pertenece al académico Luis Alberto Roldán Peña, de la U. Metropolitana, Santiago.

Roldán escogió a Sabella. Le motivó su obra entera, tanto la poética como la narrativa, amén de los ensayos sobre el Norte, su Norte. Le llamó la atención la aparente diversidad: la reivindicación del Norte doliente… en su libro Semblanza del Norte chileno, que Sabella escribiera en los años 50.

Volviendo a su poesía infantil, el autor de la memoria no vacila en ponerla a la altura de aquella que produjera Gabriela Mistral. Junto con ella, dice: "Este vate antofagastino ha logrado una sabia recreación de la infancia a través de un estructurado juego de fantasía y realidad". Las diferencias no le pasan inadvertidas: en Gabriela "apreciamos sentimientos de conmiseración ante la niñez desvalida, y la ternura maternal está expresada en forma preferente a un niño ideal. En los poemas de Sabella, observamos una recreación de su propia infancia por él vivida".

Allí está la clave de este aparente divorcio, de este salto entre el delicado poeta infantil y comprometido observador social. Es su experiencia de niño no contaminado aún por la sociedad, la que éste reproduce. Su visión de adulto, en cambio, no puede dejar de reparar en ciertos hechos. Y en registrarlos. Más aún, en rastrearlos e investigarlos y refrescarlos para nuestra memoria colectiva.

La poesía infantil de Sabella es sencilla y constituye un mundo inagotable de experiencias que pueden enriquecer la fértil imaginación e inteligencia del niño. Un ejemplo, estos versos del "Changuito porfiado": "Duérmete mi fiero chungungo pequeño: / al fondo del sueño te espera un velero".