Perlas de Lluvia
En su canción Ne me quitte pas, el gran cantante belga Jacques Brel declamaba "Yo te ofreceré perlas de lluvia llegadas del país donde no llueve" Esos versos me recuerdan nuestra región, máxime ahora. Yo iba a opinar sobre la marihuana, pero eso cambió con esta tragedia.
Antes que nada, me duele Tocopilla. Es un pueblo al que quiero mucho, con sus colores y sabores (sus pizzas) Los tocopillanos son gente vibrante y amante de su lugar. Estoy optimista por su futuro. Pero estoy triste igual.
Ahora, Sr. Lector. Este ha sido un suceso nuevo y muy grave. En su historia, Chile había sufrido terremotos, erupciones, pero nunca una tormenta semejante, con esas marejadas y esos fuertes vientos. Muchos perdieron sus propiedades, otros su trabajo, pero aún más son quienes perdieron su estilo de vida. Un caso ha sido La Serena cuya playa fue severamente dañada. Algo terrible para una ciudad turística como aquella.
Lo interesante es que este temporal casi no afectó Santiago. Este ha sido un problema de regiones y por lo mismo las soluciones deben venir de las regiones. Esta emergencia es la oportunidad de demostrar si queremos descentralización o no. Junto a los intendentes, los gobiernos regionales han de tener la autonomía suficiente para tomar las decisiones necesarias en este contexto. El gobierno central debe entregar los recursos para permitir dichas decisiones, proveer el orden público y cumplir un rol coordinador, pero nada más.
Dicho esto, es imposible garantizar un escenario de "riesgo cero" Ese discurso de "no-volverá-a-pasar" es muy iluso. Más bien debemos preguntarnos cuánto, como consecuencia de la calamidad, ha cambiado nuestro nivel óptimo de riesgo ¿Cuánto más estamos dispuestos a pagar por seguridad? Nuestras respuestas serán imprescindibles para evaluar los beneficios de las políticas de la reconstrucción y así determinar su eficacia. Siempre es más complejo estimar los beneficios que los costos, pero la sola minimización de estos últimos no conduce a las decisiones más eficientes sino que a las más baratas.
Finalmente, nosotros debemos agradecer de rodillas porque hemos sobrevivido a un cataclismo. El agua caída en este año ha equivalido a lo que llueve en casi todo un siglo. Antofagasta sigue en pie, gracias al cielo.
Y pese a él también.