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"Las empresas deben ser financiera, social y ambientalmente rentables"

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Jorge Díaz Araya aún recuerda los extensos 'sermones' que su padre Antonio Díaz Rodríguez le daba cada vez que cometía alguna de las típicas fechorías de niño en su natal oficina de Pedro de Valdivia.

Díaz Araya nació allí, es pampino, su padre trabajaba para la Lautaro Nitrate Company y las enseñanzas de su progenitor todavía resuenan en su cabeza.

Gerente de Desarrollo Sustentable de Minera Zaldívar, el ejecutivo debe ser una de las voces más respetadas en la industria local. De hablar claro, pausado, reflexivo y conversador, estima que buena parte de los conflictos que hoy tiene la industria son precisamente por eso: por la falta de diálogo sincero e informado entre las partes.

"La vinculación empresa- comunidad ha evolucionado, desde la filantropía, la responsabilidad del empresario, la relación con los stakeholders, hasta las situaciones actuales. Esta influencia es recíproca entre las partes, en las dos direcciones. Hoy no basta con maximizar el beneficio económico de la empresa; hoy te preguntan cómo consigues la rentabilidad y eso deben entenderlo las empresas: su negocio debe ser no sólo financieramente rentable, también social y ambientalmente rentable", afirma.

Es bastante más compleja una relación de ese tipo.

-Ya no te basta con que estés mirando tu proceso productivo, a partir de eso, cuáles son los vínculos que estructuras con la comunidad que estás influenciando. Si yo quisiera ir a buscar una empresa que me arregle una tolva y debo traerla a Antofagasta, ya no me basta con que encuentre una empresa que lo haga bien y al menor costo. Debo estar seguro que esa empresa, en el traslado, el arreglo, esté consciente de los impactos que traerá esa faena en el lugar en el que los está desarrollando.

Ya no puedo mirar sólo el tema económico, ni sólo mi área de trabajo, porque se forma el área de influencia, que debo tener clara. Debo saber hasta dónde llega o cómo la defino; porque podría estar dejando de mirar y evaluar los impactos que se generen. Este es un cambio fundamental en la relación entre empresa y comunidad.

Ya no hablamos de filantropía, hablamos de lo que es bueno para la compañía ha de ser bueno para la sociedad.

La gran diferencia, entonces, en esta relación es el "cómo"… ¿Cómo se consiguen las utilidades, cómo se produce. Esta nueva realidad, que es bastante reciente, parece muy subjetiva, porque está la legalidad, de todo tipo y esto es complejo… ¿Cuánto pesa cada una?

-Si me quedara con la obligación de la gestión es cumplir la ley, me estaría colocando en la condición mínima.

¿Me dice que cumplir la ley es el piso?

-Digo algo más restrictivo. El que no cumple la ley delinque, por lo tanto, el cumplir la ley no me transforma en una buena persona, cumplir la ley es mi obligación y mi derecho. La ley no me obliga a cumplir varias cosas, pero yo lo puedo y lo debo hacer si quiero llevar a mi empresa a su máximo rendimiento. Si esto lo extrapolo a la comunidad, es cierto, debo cumplir la normativa, pero si me quedo sólo con eso, cómo me puedo adaptar a las condiciones cambiantes de la realidad, donde la ley no necesariamente responde con la velocidad que se necesita, en tanto que el proceso productivo sí me lo demanda. Entonces, no me basta la ley y ahí viene el diálogo con la comunidad para alcanzar los acuerdos vía consenso.

Me dice algo más complejo. La operación minera tiene áreas de influencia que son mayores a las de la operación. Por ejemplo, Barrick produce cobre en determinada área geográfica, me precisa que además es responsable de otras áreas que no dependen directamente de ustedes, que por ejemplo, pueden estar tercerizadas…

-Por supuesto que lo somos de momento en que somos capaces de crear un vínculo con la comunidad a través de un contrato con un tercero. Mi área de extensión de influencia llega hasta donde está ese tercero y su área de influencia.

¿Eso no es incluso peligroso…?

-Si por peligro vamos a entender que no voy a estar consciente de los efectos que genero y no los he visualizado, señalizado, monitoreado y analizado, claro que es un peligro. Pero si los tengo identificado, puesto en una secuencia de control, entones el riesgo lo reduzco aunque el peligro exista.

Al observar la mayoría de la inversión que está detenida en minería, aparecen los problemas ambientales y con las comunidades, como la principal razón. ¿Qué le dice eso? ¿Qué la ciudadanía está exigiendo más? ¿Qué la industria está haciendo algo mal?

-Hay una mezcla de ambas cosas. Por un lado las empresas están planteando sus proyectos desde la perspectiva del requerimiento, necesidades: agua, energía, obras portuarias, localización, etc. Supongamos que necesito instalar una extractora de agua de mar en algún punto para llevarla a una faena. ¿Qué debo hacer para que el proyecto se evalúe financiera, social y ambientalmente? Lo primero es entender dónde voy a extraer el agua; segundo, quienes están instalados. Cuando tenga esto, debo plantear lo que pretendo, antes incluso de presentarlo a la autoridad, para saber a qué me voy a enfrentar.

Si hago ese trabajo y evalúo bien las consecuencias, al momento de presentar el proyecto, de hacer la participación ciudadana, la sociedad ya lo conoció y tendremos un consenso de lo que esperamos. Así tendré un proyecto financiera, ambiental y social. Es decir, desde la autoridad formal y con licencia social, que no la logro con la autoridad, sino con la sociedad.

LICENCIA SOCIAL

Díaz, es papá de dos hijos y ya suma tres nietas, familia construida con Cecilia Castro, profesora de educación básica. Su carrera la ha concretado básicamente en la región, salvo la educación media en Santiago.

Geógrafo, se define como "antofagastino de corazón y pampino contumaz". Por cierto, las remembranzas de su tierra son habituales. "Todas las viviendas eran tu casa y todas las mamás eran tu mamá. Había una cofradía intrínseca entre todos", recalca.

¿Cree que la licencia social es lo que le está faltando a algunos proyectos?

-Y la forma de llegar a obtenerla. El modo de llegar a esa licencia social, que no necesariamente pasa por cuánto dinero ponga. Puede ser algo distinto. Flexibilidad y comunicación son claves, porque no es claudicación o imposición de alguna de las partes. No debe entenderse que uno se supedite al otro.

¿Percibe que esa convicción está en la industria?

-Estos son tránsitos que pueden ser más largos o cortos. Vamos pasando por un punto de inflexión en la relación empresa- comunidad, estamos entendiendo, tanto las empresas como las comunidades… En dialogar, en aprender los códigos, y ahí cometeremos errores por ambas partes, pero el temor no es cometerlos, es repetirlos. Siento que este afán exitista que tiene nuestra sociedad, nos está impidiendo la necesaria calma para enfrentar las dificultades con las ganas de aprender de ellas y poder ir al paso siguiente. Queremos dar dos pasos e ir al éxito.

Y esta vinculación comunidad- empresa está plagada de errores. Recuerda lo que decía Milton Friedmann: ¿Qué le piden a las empresas responsabilidad con la sociedad, si son las personas las que tienen responsabilidades? Estamos recién entendiendo los nuevos códigos y debemos darnos el tiempo de leerlos, aprehenderlos y usarlos correctamente.

La ciudad de Antofagasta está cada vez más activa, más crítica; por otro lado, las mineras que teniendo buena evaluación por la riqueza, los empleos, están sufriendo un detrimento en su imagen, particularmente por temas de contaminación. ¿Percibe esa emoción de la gente? ¿Ha faltado diálogo?

- Sí, por supuesto. La industria tiene que actuar de manera colegiada cuando hay una situación que la afecta como industria. Distinto el caso de una empresa que debe responder por sí sola por ciertas situaciones que no ha cumplido. Pero cuando hablamos de la industria, se puede hablar de un diálogo estructurado, en tanto existan las condiciones.

El movimiento 'Este polvo te mata' nace a propósito de la construcción de un galpón para concentrados y pasa una cuestión algo paradojal, porque ese estándar tecnológico es muy alto, sin embargo, gatilla lo contrario…

-Esto me dice exactamente lo que hemos conversado: cómo evolucionan las percepciones dentro de la vinculación empresa- comunidad y van evolucionando en la misma medida en que se transforma en el ícono de esta incomodidad que existe en parte de la población, respecto de hechos que aparentemente son puestos desde un sentido de soberbia… Las empresas hacen lo que quieren.

No, las empresas hacen lo que pueden, en el marco de lo que la ley les permite. Este proyecto es lejos lo más avanzado que podemos encontrar, sin embargo desde allí se deriva la otra connotación que hasta este ícono no había sido posible aglutinar y ordenar. Desde ahí surge la efervescencia y molestia comunitaria, de una historia que ha cambiado desde que el Ferrocarril empieza a transportar los graneles de Bolivia al puerto y se acopiaban de una manera que hoy sería inadmisibles, eso va dejando un pasivo en la ciudad que crece en medio de ese manejo ambiental que hoy es añejo, pero que dejó un pasivo.

Si hoy miramos cómo se transforma el transporte de los graneles, hace cinco o seis años que no se exporta plomo a granel, está ensacado. Teníamos el puerto rodeado de muros, no se sabía qué pasaba, era misterioso, se crean paradigmas y todo eso se une para cuando aparece este ícono la ciudadanía diga: '¡Hasta cuándo!'

Siento que hay una oportunidad para colocar arriba de la mesa, en diálogo y conversación, aquellos antecedentes que le den luz, sentido, dirección, manejo a una condición que nos tiene que favorecer a todos.

El caso es que, escuchándolo, ese proyecto, tiene la licencia legal, pero no social.

-No la tiene. Hoy no la tiene, es un hecho de la causa. Está el permiso legal, está evaluado ambientalmente, pero no está la licencia social para que yo opere y para alcanzarla hay que trabajar mucho, conversar con la ciudad y hablar con conocimiento de causas.