Los campamentos crecen en Antofagasta. Ya son más de 40 y poco a poco aparecen más a lo largo de toda la ciudad.
Algunos vecinos de las poblaciones aledañas a estas ocupaciones dan la mano a las familias que se están instalando, mientras que otros los consideran indeseables y se quejan por diferencias básicas, como que ellos no pagan luz ni agua.
En Villa Constancia es donde son más notorias las diferencias con el vecino campamento Franja Esperanza, formado hace apenas cinco meses.
Uno de los vecinos de la villa, Ricardo Vidal, cuenta que la aparición del campamento cambió su estilo de vida.
"Ahora hay que andar con más cuidado. Antes era tranquilo, ahora está más desordenado. Se agarran a combos de repente por los terrenos", relata el poblador, quien remarca que su deseo es que los erradiquen, aunque entiende que no están ahí por gusto.
Vidal cuenta sin embargo que junto a la gente necesitada, también se ve a personas que parecen tener medios.
"Acá llega gente con los tremendos vehículos a tomarse terrenos. Tienen lucas, pero también hay gente que realmente lo necesita. A ellos ojalá que les construyan casas", acota.
Marcela Galleguillos, vecina del sector, confirma que con la llegada de la toma se produjo un cambio importante.
"Ahora se ve más delincuencia, más droga, como en otras poblaciones. Incluso tuve que invertir en rejas para resguardarme", asegura.
Larga ESPERA
Juana Cartagena, de 69 años, vive en misma villa y detalla que su hijo, Pedro Castillo, lleva cinco años postulando en el Serviu a una vivienda. Tiene dos hijos inválidos y por eso decidió tomarse un terreno en el nuevo campamento.
Lo mismo pasó con su nieto, Jean, de 21 años, quien próximamente se convertirá en padre. "Ellos antes vivían conmigo y la mayoría de la gente de acá tiene familiares en la toma", reconoce.
Alfredo Zúñiga está de acuerdo con la lucha de la gente del campamento. Y recuerda la que ellos tuvieron que dar durante los años 70 para obtener sus viviendas actuales.
Más hacia el norte, desde calle Buenos Aires en dirección al cerro, se ubica el campamento "Moisés" y a un costado el "Israel". De ellos es dirigente Guido Cortés, quien considera que "las autoridades deberían dejar de hablar de erradicar los campamentos".
Argumenta que ellos están construyendo viviendas provisorias para cobijarse y que son conscientes que deben esperar un largo periodo para una solución definitiva.
"Tienen que solucionar el problema de los primeros campamentos, después los que estaban antes que nosotros. Tendríamos que estar esperando cuántos años. Por eso ahora gastamos dinero de nuestro bolsillo buscando una solución", relata.
El dirigente sabe de la vida en las tomas y asegura que sus habitantes, sobre todo los chilenos, es gente amigable y trabajadora, "que no le gusta estar en fiestas hasta las 5 de la mañana", como ocurre con los colombianos, que son mayoría entre los extranjeros.
Sobre estos últimos y los casos de agresiones en que se han visto envueltos en algunas tomas, asegura que "su idiosincrasia es más violenta".
Indiferencia
En el comienzo de la avenida Salvador Allende se ubica Villa Las América. Arriba de esa población antes estaba el campamento 18 de Septiembre, pero ahora, según cuenta el dirigente Guillermo Maureira, existen tres tomas ilegales.
Maureira cuenta que la relación con estos "vecinos" ha sido "ni buena ni mala". En general su presencia les es "indiferente" y están enfocados en mejorar su comunidad.
"Ya descartamos toda relación con ellos. Hacemos nuestra vida, que no se metan con nosotros y tampoco nosotros con ellos", apunta.
Maureira considera que el problema pasa por las autoridades, quienes tardaron demasiado en reaccionar y entregar soluciones habitacionales.
"Esto ya es un problema social. Cuando había 25 campamentos tuvimos reuniones con el intendente y la gobernadora. Y resulta que no tomaron en cuenta lo que propusimos, pensaron que era chacota. Cuando se dieron cuenta del problema, ya era demasiado tarde. Esto no lo va a parar nadie", sentencia.
Lo que más lo urge es la falta de seguridad en caso de emergencias. No quiere que pase lo mismo que sucedió en el campamento Luz Divina, que se incendió el año pasado.
"Acá el grifo más cercano a la toma está en calle Fresia con Marta Brunet, y más arriba no existe ninguno", advierte.
Comunidad
Más hacia el norte, en la población Bonilla, sector Arenales II, el dirigente Alberto Condori explica que su comunidad está separada de los campamentos sólo por una cancha.
Entiende sus necesidades y sabe que hay gente con pocas oportunidades y bajos sueldos viviendo en ellos, pero también se molesta cuando recuerda que no pagan por algunos servicios que al resto de los pobladores sí les cobran.
"Ellos debería tener medidores de luz para que puedan pagar su consumo", indica.
Condori afirma que es urgente que las conexiones eléctricas se regularice, porque el masivo robo de energía provoca reiterados cortes de luz en el sector, a veces dos o tres en la misma semana.
Conviven
A diferencia de los vecinos que rechazan a las familias de las tomas, el presidente de Villa Chica, Franz Peralta, dice que no han tenido conflictos con los tres asentamientos ilegales que existen en las cercanías.
Relata, eso sí, que hace sólo unos días tuvieron que llamar a la Gobernación Provincial para evitar que un grupo de personas formara una nueva toma.
Comenta que sobre el tema tenían un acuerdo con la gente de los actuales campamentos en orden a que no permitirían más ocupaciones en el sector.
"Acá entre todos cuidamos los espacios públicos y ya se terminaron las problemáticas de colgarse en un solo poste. De hecho hoy trabajamos en armar una cancha y avanzar en el hermoseamiento mientras esperan su casa. Hay avance", comenta Peralta.