Cultura, 1956 (II)
Antofagastinos de origen, o de aquerenciamiento como Lenka Franulic (la buena moza periodista, también premio nacional del rubro); Neptalí Agrella (el hombre que pese a los años de fallecido, se le mantienen "retenidos", universitariamente, textos inéditos o desconocidos); Julio Asmussen (periodista, cuentista, dramaturgo, director de la sinfónica de la ciudad, premio nacional de arte, Ancla de Oro, actuó en la cinta "Cocaína" de Alberto Santana); Atilio Machiavello (antofagastino, académico, escritor y político preocupado del devenir del cobre); Augusto Iglesias (en el periodismo de El Abecé y El Mercurio locales, firmó como "Julio Talanto", que sintetiza las querencias de Taltal, Antofagasta y Tocopilla; luego, lo hizo como Dr. Cánopus, alcanzó el sitial de dirigir la Biblioteca Nacional y tuvo asiento en la Academia Chilena de la Lengua, además de su vasta obra literaria, donde destaca una voluminosa sobre Gabriela Mistral).
En consecuencia, Antofagasta posee una corta y brillante tradición de cultura; silenciarla, ignorarla, o dejarla de mano, es traicionarla y, lo que es peor, traicionar a ese futuro de progreso espiritual que esperamos sea el fruto mayor de nuestras próximas faenas universitarias. Sin tradición cultural, no es posible alzar casas universitarias. No prestar memoria al pasado ni apoyo al presente, delata no querer laborar, con honradez, en provecho del porvenir.
Años atrás, Antofagasta disfrutó magazines, diarios, ateneos, foros, universidades populares, estampas de resonancia nacional.
¿Qué ostenta hoy? Una inmensa y noble inquietud, aposentada, en algunos cuantos soñadores y realizadores que la prestigian y que la muestran como la ciudad de mayor impulso cultural del país. 1956 fue un tiempo henchido, un lapso que mostró qué poderíos de cultura laten adormilado entre nosotros y qué responsabilidad tiene con sus creadores. Dos libros, de Mario Bahamonde y Fernández Navas, fueros laureles del panorama espiritual de Antofagasta.