Fray Camilo
El libro de Marina Teresa Castro, "Ruta de Nostalgias", especie de diario sentimental del F.C.A.B., nos trae la nostalgia de aquel resonante y heroico ferrocarril que todos los antofagastinos de otros años conocieron y padecieron, aunque sonriéndole a los cien tropiezos que le agriaban el viaje: el viejo Longitudinal, el "Longino", que, a resoplidos, unía a La Calera con Iquique.
El Ferrocarril Longitudinal cumplía, con la más decidida voluntad, la misión que debía satisfacer, venciendo arenas, desamparos y rieles que protestaban a su peso. Nada lo detenía en su tarea que, ciertamente, merecía más que celebraciones, agradecimientos por su nobleza. Porque el "Longino", a pesar de cuanta desventura se le venía en contra, avanzaba. Era un porfiado amigo del desierto, dispuesto a vencerlo, sin importarle que, allá, fuese quedando a pedazos.
No es chiste de que aún se cuenta de su avance: era tan parsimonioso, por no escribir tan lento, que muchos viajeros, en ciertos trechos del camino, descendían del tren y, estirando las piernas, caminaban junto a sus carros, hasta que se les prevenía que, en adelante, apuraría su carrera. Los viajeros tornaban a sus asientos y el trencito valeroso continuaba en su combate de kilómetros.
Nunca llegaba a la hora: siempre traía atrasos: en ocasiones, notables, de casi medio día. Pero, llegábamos a destino los que le ocupábamos: comerciantes, estudiantes y pampinos en vacaciones. Tuvimos la ventura de "tutearlo" durante dos meses, en 1951, en el viaje del "Vagón Cultural B-C 245", Red Norte, de la Universidad de Chile de Santiago. Llevábamos artistas de todas las áreas, especialmente músicos. Nos deteníamos en cada pueblo, llevando arte y cultura, presentando, junto a los artistas locales, verdaderas epopeyas artísticas, fiestas que nos permitía conocernos a lo largo del Norte Grande.
Entonces, intimamos con el "Longino", aprendiendo su bravía condición de "roto caminante".
El "tren" de Marina Teresa Castro, con su bandera marina al tope, ganará pitazos de victoria.