El pequeño Bam Bam Nicolich tiene el logo de un pirata estampado en su polera. No estudia en un colegio, ni tiene un iPhone. Sus padres no pagan cuentas de luz ni agua, y sus nombres no están en los registros de tiendas comerciales. Probablemente él sea igual que ellos en un tiempo, porque es libre, porque está en el sistema, pero al margen, porque es un niño gitano.
El pequeño, al igual que otros 14, vive la comunidad de los Nicolich, ubicada en la entrada norte de la ciudad, frente a Inacap, en la costa. Decidieron pasar este invierno en el norte.
Junto a otros niños se refugia en la sombra de un enorme letrero que reza "Recuperando Espacios Públicos". Los más grandes están al frente, jugando a ser skaters y mirando a los estudiantes del lugar. Los hombres no están en las carpas.
No están porque, según cuenta la gitana adulta, Marcela, salen temprano a vender pulseras, pailas o se ganan la vida de alguna forma afuera de su territorio. Llegan en la tarde, como la mayoría de los padres.
Ella se encarga de educar a los niños en la carpa. Les enseña a leer, escribir, los números y a pintar. Los guía con modales. Bam Bam toma un pequeño cuaderno y muestra las palabras que ha aprendido hoy: pala, pila, lapa, pila, lupa y polo.
El niño con un logo pirata en su polera se marcha y Marcela, la dueña de carpa, dice que "lo lindo de ser gitano es que viví más libre".
la jefa
De los cerca de 30 gitanos que conforman el campamento, todos respetan a Natalia Nicolich (49). Es la mayor.
¿Por qué Bam Bam no va a la escuela? "Porque de cien gitanos diez van a la escuela. Son los que tienen casa y están cómodos y viven en Santiago. Están más estables", relata Natalia en la alfombra de su carpa.
Sus ojos verde y luminosos resaltan en su rostro desgastado por los años. Es fuerte, porque ya soportó la muerte de su marido hace dos años y medio. Y crió a tres hijos que ya son adultos. Conoce todo Chile, pero ningún otro país.
Rocío es la yerna de Natalia. Lava la loza y mira a su hija, Rocío. Tiene un acento más raspado que su suegra y desea que le ayuden, ya que no siempre es fácil llevar una vida de carpa (ver recuadro).
Le hablamos sobre gitanos de ficción como la mamá Pasca y otros reales tipo El Nine de Canal 13. Y Natalia nos dice que su vida es buena y que también le gustaría tener un casa como ellos, donde puedan estar más cómodos.
"Sería bonito, sobre todo para los niños en este invierno, porque aunque uno tenga una casa, nosotros no perdemos nuestras costumbres y armamos carpas adentro", afirma.
¿Cómo se sienten cuando los prejuician los chilenos? "Mal, porque no somos malos. ¿Usted en las noticias ha visto a algún gitano que mate?, no. Dicen que somos ladrones y eso no es verdad", explica.