"En las cárceles de mujeres está vivo el dolor por la lejanía de los hijos"
Dueña de sólidos principios, gran coraje y perseverancia, la actual jefa del Centro Penitenciario Femenino (CPF) de Antofagasta, ha logrado imprimir su sello personal en el tema de la reinserción.
Elizabeth Ramos Astorga, compatibiliza su tiempo para dirigir el recinto penal, y cumplir además con sus labores de madre y esposa.
¿Cómo recuerdas tu niñez, quiénes integran tu familia?
-Soy originaria de Concepción. Somos tres hermanos y mis padres. Nos consideramos como una familia tradicional antigua de clase media. Siempre vivimos rodeados de mucho esfuerzo.
Mi padre es paramédico y mi madre es dueña de casa, pero cada cierto tiempo nos dedicábamos al comercio.
Estudié en un liceo municipal, pero era buena. Quedé en la universidad, pero postulé a carreras de alto puntaje y quedé fuera de la ciudad, pero mi papá dijo que no se podía incurrir en grandes gastos.
¿Tus padres aportaron una gran influencia en tu formación?
-Efectivamente mi padre quedó sin trabajo y con mi mamá ideamos la posibilidad de trabajar en comercio. Comprábamos ropa en Santiago y la vendíamos. Después íbamos a Argentina a vender salmón y traíamos chaquetas de cuero, en fin, nos arreglábamos para salir adelante.
¿Cómo surgió la posibilidad de ingresar a Gendarmería de Chile?
-Después de un tiempo mi papá encontró trabajado como paramédico de Gendarmería. Ahí conocí empecé a conocer lo que era la institución.
Ahí postulé a Gendarmería, pero a la planta de suboficiales. Después de un tiempo se presentó la segunda postulación a nivel nacional, de oficiales femeninas de la institución.
Tuve que renunciar a lo que ya había hecho para empezar de nuevo.
Tengo más de 22 años en Gendarmería, pero en mis inicios se advertía un clima ciertamente machista. Entonces me costó al comienzo, por eso valoro todo el esfuerzo y el camino recorrido. Pienso que mal no me ha ido en la vida.
¿Cómo calificarías tu proceso profesional?
-Fui enviada a Concepción y así han pasado los años. Para mí ha significado un gran esfuerzo y compromiso. Recuerdo que cuando era subteniente me enviaron como jefa de un penal a Chillán. Tuve que aprender y ganar experiencia. En las reuniones de jefes de unidad todos eran hombres y mayores que yo, entonces tuve mostrar mis capacidades.
Para mí y mis compañeras fue un doble trabajo tener que validarse como mujer y como trabajadora.
Jefatura
¿Antofagasta llegó de cierta forma para reafirmar tu buen desempeño profesional?
-En ese proceso fui trasladada a diversas ciudades, estuve además en Coronel y en Arica. Desde hace 5 años estoy a cargo del Centro Penitenciario Femenino.
Laboralmente me empezó a ir muy bien. Empecé a trabajar más tranquila, y acá siento que se está haciendo el trabajo que yo siempre pensé que debería hacer Gendarmería de Chile, como es la rehabilitación y reinserción de los internos.
Puedo apreciar la ayuda de la comunidad, de la empresa privada. Hay oportunidades laborales independientemente de lo caro que resulta vivir en Antofagasta, de los altos costos de los arriendos, por ejemplo.
¿Crees firmemente en la reinserción, en la rehabilitación?
-Acá se puede hacer reinserción, ser un aporte para la sociedad. A nosotros la sociedad nos entrega un "producto" que a veces no está bien, pero que hay que pulir.
Hay que tratar de sacar lo bueno de esa persona para cumplir los objetivos.
Tenemos bastante capacitación laboral. Nuestro himno institucional dice que nosotros somos los "guardianes de todo dolor", y eso es verdad, porque las cárceles de mujeres son otro mundo.
¿Por qué los recintos penales de mujeres son diferentes?
-Porque acá vemos mucho dolor, pero un dolor de madre. Yo como mamá que soy muy querendona de mis hijos, entiendo esa situación. La fibra que me toca son los hijos.
Independientemente de lo que hayan hecho las internas, siempre está la alternativa de recuperación. Hay muchos casos dolorosos, por eso cuando converso con las internas, sean chilenas o extranjeras, les digo que recapaciten, que aprecian la libertad a sus hijos.
Yo me pongo en el lugar de estas mujeres, y por eso trato de crear conciencia.
Además yo quise cumplir con mi sueño, estudié y soy profesora dedicada a la enseñanza de adultos (mención en rehabilitación y reinserción).
Siempre hago hincapié para que valoren lo que tienen. Cuando se tiene de todo no se valora, pero cuando se pierde la libertad y los hijos, el escenario es totalmente distinto y doloroso.
Me doy por satisfecha cuando las internas que salen ya no vuelven más. Hay un alto porcentaje de mujeres que entienden y no vuelven más.
Siento que eso es un logro personal ver a gente que cambia, que está con sus hijos.
Actividades
¿Además del aspecto profesional, tienes una intensa vida familiar y social?
-Tengo dos hijos, Ignacio de 11 y Josefa de 7. Mi esposo es Juan Manuel Pilcante y es gendarme. Hemos seguido este camino siempre juntos, dando lo mejor de sí.
Soy también dirigente de la Asociación Nacional de Oficiales Penitenciarios (Anop). En esta unidad trato de ser un referente, como una mamá.
Por eso les digo a las mujeres que siempre deben ser perseverantes y luchar por lo que quieren.
Uno tiene que luchar bien, con buenas armas, porque todo cuesta en la vida, pero hay que luchar con la verdad y brillar con luces propias.