A principios de año, nuestros dirigentes políticos y empresariales con su consabida raigambre agrícola se referían a "brotes verdes" que se avizoraban en la economía nacional que mostraba débiles cifras que, si bien no eran buenas, por lo menos señalaban como si las cosas pudieran mejorar respecto del año pasado. Lamentablemente esos brotes se secaron y caímos nuevamente en el pesimismo con una pobre proyección de crecimiento de nuestra economía para el presente año.
La mayor parte de los agentes económicos, incluso los públicos, apuntan a un 2,7%, cifra muy pobre para una economía con potencial de 4,5% y pobre también si observamos las proyecciones de nuestros vecinos. Bolivia proyecta 5,5% y Perú 4,5% para este año.
Los análisis indican que la explicación de las pobres proyecciones no son sólo los efectos de la economía internacional, en particular por la baja en los precios de nuestras principales exportaciones, en particular el cobre, sino también debido a condiciones internas, básicamente en la incertidumbre que produce el cambio profundo de las reglas del juego económico impulsado por el Gobierno, cambio a la Constitución incluido.
El cambio de algunos ministros del Gabinete ha venido a dar una nueva luz de esperanza a la economía, sólo así se explica que el mercado haya respondido positivamente al día siguiente de realizado el cambio ministerial.
Se ha interpretado por varios sectores, en particular por el empresariado, que el ejecutivo ha querido poner mesura en todo esta tormenta, propuestas de cambios constitucionales, laborales, tributarios en medio de impactos de la naturaleza, escándalos económico políticos, destape de corrupción, descrédito de la política en general. Ya se ha comprobado que el apresurado trámite de la reforma tributaria del año pasado terminó de mala manera, con una menor tributación que, a diferencia de lo que se dijo, no afectó, como se prometió, sólo a las personas más ricas, sino que, por ejemplo, la paga hasta la persona más humilde cada vez que compra una bebida o compra cigarrillos.
Esperamos que el nuevo ministro de Hacienda tome las acciones necesarias para reactivar la economía sin hipotecar el futuro y el ministro del Interior contribuya a restablecer la credibilidad política y la confianza en las instituciones que nos aseguren que los cambios, que son necesarios, se hagan de la mejor manera y sus resultados sean óptimos para todo el país.