En la provincia del cobre yo nací
Chuquicamata es único. Nunca más volverá a repetirse. Es de esos lugares que son mágicos y cuya bondad de su gente era parte de su atractivo. Un mundo diferente. Un espacio en donde la pobreza no existía. Tampoco los robos. La confianza, la honestidad y la sencillez de su gente eran el atractivo más importante.
Todavía me recuerdo de la pulpería… Qué lugar más atractivo para un pequeño chuquicamatino. Había de todo y para todos. Y se compraba sólo con una tarjeta en donde la persona encargada anotaba las compras y el rut del trabajador al que pertenecía.
Los días especiales era para el "pago" y el "suple". En cada casas se preparaba para recibir al padre o madre de familia… Era una pequeña celebración. Las áreas verdes del campamento eran "sagradas". Se cuidaban con excelencia. La mantención de la jardinería estaba a cargo de especialistas que con dedicación y cariño le daban el "toque" especial.
Los espacios públicos y dedicados eran otra cosa. Estaba el "Club Obrero", "El Club de Empleados", el "Club Ansco" (allí solo podían asistir los que tenían la categoría de "supervisor"). Las jornadas de deporte eran variadas y competitivas. También se usaban para los bailables o algún bingo de colaboración para una familia o institución benéfica.
Los amigos que visitaban Chuquicamata notaban la diferencia. El arco de piedra que daba la bienvenida al campamento; sus colegios; sus calles; sus avenidas; todas esas características le daban una categoría especial y distinta. Y nos sentíamos orgullosos de eso.
Sin lugar a dudas, uno de los hitos de su gente era el Hospital Roy H. Glover. Una infraestructura hermosa, lindos jardines, amplios ascensores; profesionales médicos de excelencia nacional y una atención humana que hasta hoy recuerdo.
Quizás todas estas afirmaciones están avaladas en el recuerdo y la fantasía, pero fue "la historia" que me tocó vivir. Y muy feliz porque desde ayer los chuquicamatinos tenemos nuestro Día Nacional.