"Atrévanse a jugar el juego de la colaboración abierta", es una de las frases que reitera Leonardo Maldonado, relator internacional y asesor de Región Fértil.
Arquitecto de la Universidad de Chile; exsocio de Blue Company, socio de Gestión & Liderazgo S.A y socio fundador y Gerente General de Gulliver S.A, es definitivamente mucho más que eso.
Para Maldonado, la clave parece estar en generar un ánimo y conversaciones que se concentren en lo positivo, en las oportunidades, más que en la queja de lo que falta, o no funciona. Según su juicio, Antofagasta tiene demasiado de aquello y precisamente eso es lo que hay que modificar.
EL RELATO
"Antofagasta no tiene relato, no hay un cuento. Tú sabes que el lenguaje constituye realidad y el relato que estamos construyendo de Antofagasta es malo. El lenguaje que Chile tiene sobre Chile es malo, una mezcla de sobreexitismo y mirarnos en menos", afirma de entrada.
¿Cómo es eso?
-Sobreexitismo, porque somos los jaguares y somos más que el resto de Latinoamérica y al mismo tiempo, no somos Miami, Nueva York, somos una especie de Sillicon Valley de segunda. Eso no ayuda en nada. Lo que digo es cómo somos 'un Chile de primera', una 'Antofagasta de primera' y en eso no tenemos una manera de construir un relato; sólo tenemos capacidad de apuntar con el dedo al otro y poca capacidad de construir un relato juntos.
Esta es una manera muy distinta de ver un fenómeno complejo como la calidad de vida.
-Exactamente. Mi punto es que tener una ciudad con vista al mar, con gran clima, casi todo el año, no es lo que la gente mira. Es verdad que hay problemas arriba de la línea del tren, pero también en Valparaíso o Santiago.
Esto no quiere decir que no haya que resolver los problemas, pero la pregunta es desde dónde… ¿Desde el aprecio o el desprecio, desde el orgullo o la vergüenza? Me da la impresión que todos refuerzan la vergüenza, la conversación de que todo está mal. El punto es cómo nos unimos.
Tenemos muchas cosas: somos el motor de la economía del país ¿y estamos orgullosos de eso? No. Incluso es otra razón más para quejarnos. Eso podría ser que fuéramos un polo de atracción de eso, en la medida que hablemos de eso.
¿Cómo hacemos para hablar en positivo, o desde un espíritu constructivo?
-Veo dos caminos en paralelo. Uno es rescatar las narrativas positivas, porque las hay y subirlas. Por ejemplo, el caso de Arturo Soto es un caso maravilloso. Él dice que no hay diferencias entre Hawaii y Antofagasta, que es un discurso muy raro, él está haciendo una metáfora muy difícil y la sustenta y el mundo le cree. Entonces, en vez de apoyar este discurso, nos peleamos, generando un nuevo campo de batalla. Hay que armar ciertos espacios de consenso, buscar gente que apoye y rescatemos discursos que sean bonitos.
¿Y este cambio tiene que venir desde abajo, de la autoridad, ser un consenso?
-Es una mezcla de todo. Mi apuesta es que hay gente a la cual le importa. Hay muchos en pie de lucha y otros que quieren valorarla. Hay que sumar gente de distintos tamaños que está en esa.
Repite mucho el concepto de 'orgullo'. ¿Es tan relevante como combustible?
-Tiene que ver con la dignidad, con valorar lo que soy y lo que tengo para construir sobre eso. El tipo que está orgulloso de sus logros avanza. Llevo 15 años yendo a Antofagasta y la transformación es enorme. Entiendo que faltan 18 mil cosas, que no es equitativa, todo eso lo sé. Pero cómo construimos desde lo positivo.