El relajo de Antofagasta
Varias historias de Antofagasta no son precisamente para mostrar orgullo. Obras que han demorado años, como Pedro Aguirre Cerda y otros que se eternizan y posponen sin entender por qué; como la remodelación del Parque Brasil, o el mejoramiento de la costanera más allá del casco céntrico.
Bien puede decirse que estas situaciones de relajo no son muy distintas a otras que vemos pasmosamente cada día. La Plaza Sotomayor tomada por vendedores ambulantes, lo mismo que se aprecia en otras arterias de alto tránsito y de uso peatonal.
Qué puede decirse de los estacionamientos en cualquier lugar, irresponsabilidad tanto de los conductores, como de sucesivas administraciones que no han sabido prever en absoluto una solución.
Hoy vemos que el gobierno comunal intenta reflotar proyectos como el de estacionamientos subterráneos que sorprendentemente desechó apenas tomó el poder.
Antofagasta, con todo su potencial no se merece este trato; indudablemente la ciudad y la región tienen la urgencia de mirar el futuro y apostar en grande por éste.
Pero hay enormes complejidades y una suerte de relajo, donde hay una permisividad que le hace mal a todos. Situaciones que aquí parecen normales resultarían intolerables en la gran mayoría de las comunas chilenas, incluyendo a muchas más pequeñas que nuestra capital regional.
¿Por qué actuamos de esta forma? ¿Por qué esta falta de compromiso y afecto por esta tierra que nos cobija y nos entrega oportunidades?
Punto cúlmine parece ser la situación de los minicasinos del centro, caso en el que el Municipio reconoce que la gran mayoría no cuenta con los permisos respectivos.
Es cierto, se asegura que serán cerrados, pero cómo explicar el hecho de que permanezcan abiertos por tanto tiempo. Qué le podemos decir a aquellos comerciantes que cumplen las leyes si, por otro lado, hay tal relajo en la fiscalización de actividades que están a vista y paciencia de cualquier vecino.
Antofagasta merece más.