¿Nuevas señas?
Hace un tiempo propuse una idea. Hablé de instalar luces fotovoltaicas en los postes del alumbrado público. Debería implementarse en todas las ciudades costeras del país. La experiencia de Iquique nos dejó una enseñanza: el huir del posible maremoto, motivó la evacuación a ciegas de gran parte de la población. Fueron muchos los heridos por tropezones, caídas y resbalones, dada la oscuridad de la noche.
Hoy me preocupa otro asunto: en las ciudades costeras vivimos pensando en que la amenaza vendrá desde el mar: Y hay zonas de seguridad demarcadas con un criterio técnico que -esperemos- sea acertado. Se asegura que así, estaremos protegidos de la temida gran ola.
Pero hay que pensar que la amenaza viene también desde las quebradas. Por allí escurren las aguas, el lodo, los temidos aluviones, que buscan sus cauces para llegar al mar, inundando todo. ¿Resultado? Desgracia, dolor, muerte y daños cuantiosos.
Y para evitar la pérdida de vidas, habrá que establecer y delimitar cuáles serán las zonas de seguridad. Buscar las cotas más elevadas, los lugares con menos posibilidades de recibir/generar cauces, puntos de encuentro, áreas protegidas de todo riesgo, que permitan el conteo y la identificación de personas. O sea, saber para dónde arrancar cuando empiece a llover fuerte. Así de simple.
Es indudable que deberá implementarse -además- una nueva modalidad de alarma, distinta a la que nos previene de los maremotos. En situaciones de extremo pánico colectivo, puede suceder que huyendo hacia los cerros, pensando que viene un "tsunami", las personas se encuentren con un aluvión.
Por lo pronto, hay que ver quiénes serán los profesionales encargados de decidir cuáles serán los puntos que protegerán la vida de nuestros compatriotas. Topógrafos, geógrafos, geólogos, meteorólogos, sociólogos. Mientras más profesionales haya en el equipo y con la recomendación de no incluir político alguno en la organización, no cabe duda que las cosas funcionarán de mejor manera.