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Forjadores de Antofagasta

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Hace unos días Proa, con financiamiento FNDR para la cultura, lanzó su octava publicación. Esta, "Forjadores de Antofagasta", contiene más de 200 resúmenes biográficos y semblanzas de los personajes más relevantes de nuestra historia ciudadana y es el producto del trabajo de un numeroso grupo de colaboradores, entre los que destacan Floreal Recabarren, José Antonio González y muy especialmente Héctor Ardiles, quien aparte de entregar sus documentados conocimientos, ejerció la coordinación general del libro.

"Forjadores de Antofagasta" recoge lo mejor que mujeres y hombres nacidos, avecindados o de paso por Antofagasta legaron desinteresadamente a su desarrollo y progreso. Lamentablemente, muchos de ellos ni siquiera se recuerdan en una simple calle de una humilde población, sede social, escuela o recinto deportivo.

Si intentamos nombrar a los personajes más relevantes de Antofagasta, Rendic, Sabella y Papic afloran en forma espontánea por los macizos aportes que cada uno entregó. Sin embargo, estimamos que este magnífico trío, puede transformarse en un quinteto de oro, si reconocemos la impronta dejada por dos "empampados". El primero, el alcalde Poblete, quien llegó a ser declarado "Alcalde Vitalicio" como una forma de reconocer su aún no superada, eficiente y visionaria conducción municipal. El otro es Isaac Arce, quien con su acucioso trabajo de investigación y recopilación, logró constituir un verdadero compendio con sus Narraciones Históricas de Antofagasta.

Como sabemos, Antofagasta, en sus inicios, fue poblada por una cantidad variopinta de extranjeros que llegaron a ella, con la ilusión de aprovechar las oportunidades que su generoso desierto ofrecía. Algunos de ellos, profesionales, comerciantes y medianos emprendedores lograron éxito y prosperidad y retribuyeron a esta tierra formando familia, cimentando sus hogares y aportando a la comunidad.

Sin embargo, hay que decirlo, las mayores fortunas que se generaron en este suelo, gracias a la explotación del salitre, poco y nada dejaron en nuestra ciudad, mientras que, tanto en el centro del país como incluso en ciertos países de Europa, todavía se admiran elegantes mansiones, magníficas quintas, y hasta soñados palacios levantados gracias al auge del oro blanco.

Resiliencia nacional y preparación

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Una vez más, como ya estamos acostumbrados, los chilenos somos víctimas de un golpe de la naturaleza. Como en la mayoría de los casos, resulta muy difícil de prever el momento exacto en que ocurrirán; apenas sabemos que irremediablemente sucederán.

El despertar del volcán Calbuco, después de largas décadas nos confirma aquello; apenas antes fueron las lluvias del Norte Grande, el terremoto de Iquique, el 27/F y tantos otros grabados en la memoria.

Con todo, no podemos pensar que estamos expuestos a las desgracias con las manos atadas.

Hay cosas que sí podemos hacer. Por ejemplo, tener múltiples redes y una institucionalidad de emergencia acorde a la realidad que enfrenta un país sentado en el cinturón de fuego del Pacífico y sobre las placas de Nazca y Sudamericana, lo que es un seguro de explosiones volcánicas y movimientos telúricos de proporciones.

Valdivia en 1960 es la mejor prueba: un terremoto de 10 grados que se extendió por largos minutos y que es catalogado como el peor cataclismo de la era moderna.

Los terremotos y tsunamis, querámoslo o no, debido a nuestra loca y dinámica geografía, nos acompañarán por siempre. Por lo tanto, se hace necesario, por ejemplo, implementar capacitación obligatoria así como definir perfiles técnico- profesionales, para todos aquellos que puedan ocupar cargos públicos asociados al enfrentamiento de catástrofes.

Es dramático que a pesar de todo ello, de la enorme fragilidad de un país bello y peligroso al mismo tiempo, aún no tengamos equipos que nos garanticen seguridad y respuesta de calidad. La Onemi no es un ejemplo y la población mantiene aún enormes desconocimientos de las prácticas que debe ejecutar al enfrentar situaciones de este tipo.

A esta altura no todo puede quedar en manos de la característica resiliencia de nuestro pueblo tan golpeado, habituado y fortalecido con cada episodio que nos golpea… Una y otra vez.

Chile se merece mucho más, tanto de las autoridades, como de nosotros mismos, los principales responsables de cuidar la vida.