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"Empecé a descubrir que la novela policial era como ad hoc para hacer crítica social"

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Salvo que tenga que viajar por alguna obligación literaria, Hernán Rivera Letelier visita todas las mañanas el Café del Centro del Paseo Prat. Dice que es su oficina, donde "la gente me encuentra, me llevan libros, van a conversar, me van a conocer, o me van a besar las mujeres", asegura entre risas.

Este centro de operaciones, junto con el hecho de haber trabajado en la Pampa, es una de las características que comparte con el Tira Gutiérrez, protagonista de su más reciente novela "La muerte es una vieja historia", la decimosexta de su carrera, pero la primera policial y que transcurre en la Antofagasta contemporánea. "Hay muchas cosas que están apareciendo por primera vez en mi novela", reconoce al teléfono, aunque dice que no lo buscó: "Me senté a escribir la historia como la iba sintiendo nomás".

Claro que el proceso demoró entre cinco o seis años. "Empecé a tomar apuntes y avanzar de a poco, y en el intertanto escribí 'Historia de amor con hombre bailando' y 'El vendedor de pájaros'", cuenta.

Camino a la segunda

La trama de "La muerte es una vieja historia", que hace poco llegó a librerías, parte con un violador que acecha en el Cementerio de Antofagasta. Al Tira Gutiérrez, el único investigador privado de la ciudad, le encargan que encuentre al culpable, y para lograrlo contrata de asistente a Tegualda, una joven religiosa que bajo su ropa esconde una sensualidad que atrae al exminero.

¿Qué lo motivó a escribir esta novela?

-Me inspiré en un caso real de un violador que hubo en Antofagasta. Me impactó mucho el testimonio personal de una víctima, y ahí dije bueno, voy a hacer una novela policial. Pero como a mí las novelas policiales no me gustaban ni me gustan, dije voy a hacer una como a mí me gustaría leer.

Es decir, tiene otros códigos.

-Claro, fue pura intuición. No seguí ninguno de los cánones de la novela policial, sino que me senté a escribir la historia como la iba sintiendo nomás.

¿Y le gustó el resultado?

-Me encantó el proceso de escribir una novela policial. Creo que voy a seguir haciéndolo... ya estoy escribiendo la segunda parte. Así que estoy contento.

¿Cómo surgió la idea de hacer una secuela?

-Se fue dando en el camino. Cuando estaba por terminar la novela, se me ocurrió una idea para la segunda y la dejé abierta. Es por eso que en el último capítulo aparece una ancianita en la oficina del Tira Gutiérrez para encargarle un caso y ese es el que vamos a dilucidar en la segunda parte.

¿Tiene pensado escribir otros libros sobre el Tira Gutiérrez? Tal vez una saga como la de Roberto Ampuero con Cayetano Brulé.

-No sé. No sé si me va a dar para más. Por el momento estoy contentísimo por lo que me salió y con lo que me está saliendo.

En la novela se da un juego de coquetería entre el Tira y Tegualda, ¿era algo que quería destacar?

-No, eso se fue dando. Primero creé a los personajes -se me ocurrió un expampino y una hermana evangélica, no sé de dónde, pero ahí están- y los puse a trabajar. De pronto empezaron con cosas raras, con miraditas, con un juego erótico que a la final es lo más importante del libro: el lector está pensando si se va a enamorar el Tira o ella, y me encantó porque el caso al final que es encontrar al criminal no es tan importante como el juego entre ellos dos.

A diferencia de otras novelas, esta transcurre en la Antofagasta actual...

-Nunca había hecho una novela tan contemporánea como esta y me encantó por ese juego de criticar a los políticos, a la policía, a los poderosos, incluso hacer pequeñas críticas a los perros vagos, a la basura, esto me gustó mucho.

¿Es por eso que toca temas como la migración colombiana y las protestas estudiantiles?

-Empecé a descubrir que la novela policial era como ad hoc para hacer crítica social, y empezó a aflorar sola. Me encantó eso de poder decir cosas que había que decirlas de alguna forma, pero nada forzado, o sea, lo que salió, salió por sí solo nomás.

Contacto con la gente

A 21 años de haber publicado su primer libro, ¿considera que es necesario cambiar el estilo?

-Nunca lo planeé. Yo no busco temas, sino que dejo que me atrapen, que me aparezcan solos, y me apareció este. Como me tocó, dije lo voy a escribir. Pero no es que haya dicho "voy a dejar de lado la Pampa y voy a hacer algo policial". Es una cosa que afloró sola, y si entremedio de la novela que estoy escribiendo me aparece otra historia de la Pampa, la voy a escribir igual.

No tiene problemas en trabajar dos o tres historias...

-Ninguno.

Quizás esa es la razón por la que saca libros cada uno o dos años.

-Estoy más prolífico que los conejos ahora (ríe). Pero es porque tengo todo el tiempo del mundo para escribir. Cuando yo escribí "La reina Isabel cantaba rancheras" la empecé cuando trabajaba en la mina y entonces me quedaba poco tiempo para escribir y me demoré cuatro años en hacerla. Es lo que le pasa a la mayoría de los escritores que tienen que trabajar en otra cosa para sobrevivir, para vivir. Yo ahora tengo todo el tiempo del mundo: me levanto y quedo desocupado para escribir, por eso que las novelas me salen cada año.

¿Tiene un método de trabajo?

-No, yo soy lo más antimetódico del mundo. Soy un desordenado crónico. Escribo a la hora que sea, a veces en la mañana al levantarme; otras veces espero llegar al café donde voy en las mañanas.

¿A usted le gusta ese contacto con la gente?

-Me encanta. Un escritor está muy solo frente a la página en blanco. Cuando uno está creando está infinitamente solo frente al universo que está creando, y de pronto es bueno conocer al lector. El lector, yo siempre lo digo, es como la otra parte de la obra. O sea, uno hace la mitad de la obra, y la otra mitad la pone el lector, porque el libro es una cosa muerta hasta que llega el lector, lo abre y le da vida. Los lectores yo los considero como unos coautores.

Supongo que este contacto con la gente también le permite ir absorbiendo más historias.

-Exacto. Si te encierras en una torre de marfil como hacen algunos escritores que se creen divos, que no se juntan con la plebe, pierdes mucho, porque el contacto con la gente, con la vida misma, es lo que da la inspiración para escribir. Mis novelas pueden ser buenas o malas, pero lo que le sobra es vida porque yo me la juego por eso.

¿Cree que esta es una de las razones por las que está entre los autores que más venden en Chile?

-Tengo la gran suerte de tener un nicho de lectores que me siguen y que tienen toda mi obra, y que me ven en la calle y me apuran y me dicen cuándo la siguiente... Eso es muy lindo. Eso te da ganas de sentarte a escribir todos los días, porque estás escribiendo para alguien.

Por último, usted explicó que las boletas que hizo para SQM eran para unos talleres literarios que realizó entre 2009-2010, y que no tuvo que ver con su campaña de 2005. ¿Está cansado que le pregunten sobre lo mismo?

-Los periodistas están en su derecho de preguntar. He dado las explicaciones correspondientes, me han creído; y los que no me creen son los que no me quieren.

"Me encantó el proceso de escribir una novela policial. Creo que voy a seguir haciéndolo... ya estoy escribiendo la segunda parte".