Viernes Santo
En mi infancia, el Viernes Santo era un día de silencio, una pausa de recogimiento, en la que sólo cabía el paso de una idea: Jesús moriría por los hombres, para redimirlos con el fuego de Sus llagas y Su sangre.
Abuelita Delfina, de poderlo, habría impedido hasta el canto de canarios. Gozosos, picoteaban las horas y trinaban, tal si fuesen dorándolas y embelleciéndolas. Refugiado en el patio de la casa, sabía yo que, entonces, ni el juguete ni la golosina podían tocar mis manos. Las cruzaba para sumergirme en aquel drama que nos entristecía, procurando comprender qué sombras caían sobre la Tierra y qué soledad nos invadía a los hombres.
Pasaba el día quieto y lento. Cuando las primeras estrellas se encendían, Abuelita Delfina reunía sus hijos. Sentándome junto a ella, leía pasajes del Evangelio y nos invitaba a la oración. Enseguida, rodeaba a la casa completa melancolía: nadie decía palabra. Tras esta obra de verdadera desolación, nos retirábamos a vivir cada uno nuestra viva tristeza cristiana.
El Sábado de Gloria, yo despertaba con el júbilo de las campanas y en los rostros de la familia surgía una fuerte alegría. Parecía que las paredes, las sillas, los cristales, el cielo, amanecían pintados de un delicioso matiz. ¡Cristo resucitado nos regalaba Su gloria!
Aquellos Viernes Santos eran de meditación. La santidad estaba en el corazón de las gentes. En su fondo, ninguna deseaba más ideal que el amor de unos y otros. La máquina de eso que llamamos progreso pasó por encima de los Viernes Santos lejanos, convirtiéndolos en diversión, sin que la figura de Cristo ocupe segundos del pensamiento. A la angustia por Jesús vinieron a suplir vacaciones "en nombre de Jesús"…
Vivimos el Viernes Santo sin santidad. Aunque aparezcamos como predicadores de aldea, pensamos que un poco de santidad conviene al hombre.
Guardamos una esperanza de paz, una inmarchitable ansiedad de concordia entre hombres y pueblos. Cuando la Humanidad logre tanta ventura del ser, Cristo Vivo será más vida plena en la sangre y en los surcos del mundo.