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Desastres naturales: un evento inesperado

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Los desastres naturales generan, por un lado, el deterioro asociado al daño material al que se suma la falta de bienes y servicios como agua, alcantarillado, electricidad, provisión de alimentos, insumos de aseo, entre otros. Por otro lado, el impacto asociado a la salud de las personas, aumentando con ello el riesgo de enfermedades infectocontagiosas, parasitarias, traumatismos, problemas de salud mental y de salud sexual y reproductiva.

En estas situaciones los grupos más vulnerables son los menores de edad, por la falta de acceso a vacunas y alimentación; las mujeres usuarias de servicios de planificación familiar; las embarazadas, quienes deben realizar sus controles prenatales, atención del parto y puerperio; los adultos mayores, que padecen enfermedades crónicas o con tendencia a la cronicidad; y las personas con capacidades diferentes, que requieren de asistencia especial.

Entonces ¿cómo podemos disminuir el impacto en la salud de las personas? Lo primero que se debe cautelar son las condiciones sanitarias resguardando la disposición de agua potable e higiene adecuada de los alimentos, la eliminación correcta de los desechos y la limpieza general y personal. Esto permite evitar la transmisión de infecciones, parásitos y enfermedades transmitidas por vectores y la propagación de enfermedades.

Por ello se deben tomar precauciones como el abastecimiento de agua potable; evacuación y disposición de excretas, recolección y disposición de basuras; mantener la higiene de los alimentos; y velar por el cuidado personal.

Asimismo, las situaciones traumáticas que producen las catástrofes generan estrés, incertidumbre, vulnerabilidad y angustia en las personas afectadas. No obstante, es posible generar mecanismos de cuidado y autocuidado. Para ello es necesario reconocer que es "normal" sentir sensación de pérdida (o duelo) desprotección, reactividad emocional y ansiedad.

¿Cómo abordar esta catástrofe? Todos pueden cuidarse de sí mismos de sus familias y de la comunidad. Para esto se deben reconocer algunas manifestaciones frente a las cuales es importante permanecer alerta y tomar la decisión de pedir ayuda al personal de salud. En niños identificar dolor de estómago, vómitos, llantos sin motivo, pesadillas, enojos excesivos y/o irritabilidad.

Una duda que queda de todo esto ¿estamos preparados para enfrentar los desastres? A pesar que existen protocolos de emergencia a nivel regional y local, aún hay ciertas debilidades en quienes deben liderar la intervención en crisis (comités de emergencia), ya que son personas que también se ven afectadas con la catástrofe.

Otro factor es la gran dispersión geográfica, lo que sumado al corte de caminos impide el tránsito vehicular en todo el territorio. Por lo que es necesario incorporar dentro de los protocolos que se activen profesionales de apoyo el ámbito sanitario de los territorios colindantes a la catástrofe. Asimismo, se debe mejorar la articulación de los organismos públicos para que se haga efectiva la ayuda a la comunidad afectada de manera oportuna.

Independientes hoy, dependientes mañana

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En Chile, casi dos millones de personas son trabajadores independientes, según cifras del INE. Una minoría de ellos cotiza. De hecho, a septiembre de 2014 había 125.888 cotizantes independientes en el sistema previsional, según datos de la Superintendencia de Pensiones. Es decir, sólo un 6,5% de los trabajadores independientes cotiza. Así lo reconoce el subsecretario del Trabajo, Francisco Díaz y advierte que para elevar las pensiones se necesita que las personas participen más y de manera más permanente en el mercado laboral.

Entre los Trabajadores Independientes, en términos previsionales, se reconocen dos grandes grupos: los Trabajadores Independientes a honorarios y Trabajadores Independientes No honorarios. El primer caso se refiere a aquellas personas que perciben honorarios por actividades independientes, o bien perciban rentas por Boletas de Honorarios. En el segundo grupo se encuentran todas aquellas personas que realizan trabajos por cuenta propia, que ejercen sus actividades laborales de manera libre, sin que exista una relación de dependencia con un empleador, y que además, no emitan Boletas de Honorarios por sus actividades laborales.

Estamos hablando entonces de personas que, por la naturaleza de sus ingresos y por desconocimiento de cómo opera el Sistema Previsional, nunca han cotizado, y si lo hacen, no han mantenido aportes periódicos al fondo de pensiones. Además, entre los independiente que cotizan en AFP, es común ver que lo hacen por el mínimo y no por la renta real que generan.

Son personas que realizan un gran esfuerzo para mantener ingresos constantes y que dependen única y exclusivamente de lo que puedan generarse según el mercado o el medio en que realizan sus funciones. Y esto, mientras su salud se los permita.

Con un simple ejercicio se evidencia que el panorama para estas personas es desolador. Una mujer de 60 años de edad sin cónyuge necesita contar con un capital de $61.000.000 para obtener una pensión de $240.000. Por su parte, un varón de 65 años con una cónyuge 2 años menor para financiar igual pensión, requiere contar con un capital de $52.500.000.

Si sólo un 6,5% de los trabajadores independientes cotiza, y quienes cotizan, no lo hacen por el 100% de sus ingresos, los trabajadores independientes de hoy serán necesariamente personas dependientes mañana. ¿Dependientes de quién? ¿Del Estado, con acceso a pensiones mínimas? ¿Dependientes de sus hijos, cónyuges, hermanos, amigos…de quién?

Más allá del tipo de Sistema Previsional que tengamos, más allá de los cambios que necesariamente deben hacerse al Sistema, más allá de si estamos obligados a cotizar o no, la previsión es un problema de cada uno de nosotros ya que seremos nosotros quienes vivamos de la pensión…entonces la pregunta es ¿qué quieres ser en tu vejez, "dependiente o independiente?