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"Veo la solidaridad en los jóvenes.Hay tanta gente queriendo ayudar"

Temporal. El Padre Felipe Berríos reflexiona sobre cómo vivió el agucero, la falta de información en la emergencia y la reacción de la comunidad.

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Vestido con su overol azul nos recibe con una sonrisa. Pasan las dos de la tarde y el sacerdote jesuita Felipe Berríos, se apresta a almorzar un reconfortante plato de garbanzos que le mandaron del comedor "María Acoge" de La Chimba.

Compartimos su mesa y sus reflexiones post-lluvia. En su mediagua del campamento permanece atento a las novedades, conversando y saludando a tantos vecinos que están afanados en la limpieza de sus casas. De hablar directo se refiere a lo ocurrido en el norte, a los difíciles momentos que están soportando tantas familias. Dice que a veces se suele ser crítico por el drama que se vivió en 1991, pero a su juicio la construcción de las vías aluvionales hizo posible que no se repitiera la misma tragedia.

¿Hace una crítica positiva a como se vivió la emergencia?

-La cantidad de agua que cayó fue impresionante. Fue una lluvia intensa que golpeó con mucha fuerza. Hay varias quebradas lo que pudo generar aluviones. Pero aquí en el campamento las mediaguas resistieron de la mejor forma, salvo algunos vecinos que usaron el piso para tener un segundo nivel. Algunos tenían un radier muy bajo y eso permitió que entrara el agua.

Debo decir que durante la noche hubo mucha angustia, yo no sabía dónde iba a parar esto. Estábamos incomunicados, no había televisión, internet, telefonía, entonces no sabíamos qué había pasado.

¿Percibió mucho temor, preocupación en los vecinos del campamento?

-Hay una cosa muy cierta, los antofagastinos tenían en la memoria lo ocurrido el 91 durante el aluvión, entonces se vivió la lluvia con mucho miedo.

En la noche pasó un furgón de Carabineros diciendo por megáfono que había que evacuar. Pero es complicado porque Antofagasta es una ciudad que se ha preparado para el tsunami, hay alarmas y toda la gente sabe qué debe hacer, ir hacia los cerros, pero ahora era al revés, cuando decían evacuar, no sabías dónde ir.

¿A su juicio la organización de la gente es vital para evitar tragedias?

-Acá en el campamento hay una organización que funciona y muy bien, muchos me preguntaban qué iba a hacer, y decidí quedarme porque se quedaron algunos hombres cuidando las casas.

Ante esa situación yo me iba a quedar, pero tuve cierto susto porque golpearon la puerta para decirme que se había roto una cañería y venía un flujo impresionante de agua. Fue algo preocupante, tenso, pero al día siguiente fue una bendición el sol que nos cubrió. La noche tuvo un cielo estrellado, y todo no pasó más que ser un susto.

Víctimas

¿Piensa que pudo haber ocurrido algo peor, más destrucción, más víctimas?

-En realidad Antofagasta tuvo una bendición porque aquí pudo haber aluviones y muchas víctimas. Hay ropa mojada, daños pero hay vida, a diferencia de lo ocurrido hace dos décadas donde hubo gente que nunca apareció, que quedó enterrada. El antofagastino se tiene que felicitar, porque si no se hubieran tomado las medidas adecuadas, la destrucción hubiese sido mucho peor.

Uno tiene que aprender de estas experiencias, la mejor defensa ante las catástrofes de todo tipo, ya sea tsunami, aluviones, terremotos, es la organización de la gente.

La gente organizada es aquella que sabe recibir la información de la autoridad, sabe cómo actuar, como proteger a los débiles, de ayudarse entre ellos, la organización es lo más importante y eso mismo ayuda a la prevención.

El clima ya está cambiando, hay que arreglar los techos, no esperar que te regalen plásticos, hay que prepararse porque todo está cambiando.

¿Con esta emergencia ha surgido el lado solidario de la gente?

-Algo que me impresiona es el deseo de ayudar de la gente. El desafío está en las autoridades, en las ONG a cómo organizar estas ayudas para que realmente sirvan.

La autoridad debe preguntarle a las organizaciones locales, ellos saben lo que pasa. La gente es super generosa, pero el regalo directo saltándose la organización local, hace más pobre a la gente, la humilla, le rompe su organización, la hace pelearse entre ellos y no da garantía de que llegue realmente a quien lo necesite.

Ejemplo

¿Entonces los antofagastinos están dando un ejemplo digno de imitar?

-Estas son oportunidades para que aflore la solidaridad, que es tan bonito tener esos gestos. No se trata de tener plata o de dar cosas que a uno le sobran, sino que es cuando me pongo en el lugar del otro.

Veo la solidaridad en los jóvenes, hay tanta gente queriendo ayudar. Las imágenes son brutales, pero gracias a Dios en Antofagasta la situación no fue tan caótica. Acá en el campamento la gente se ha preocupado de tener limpias las calles, de tener despejado.

¿Qué comparación hace de lo sucedido en Antofagasta y las lluvias que lo sorprendían en Africa?

-Es diferente porque allá más que lluvia cae agua. Luego viene el sol y la humedad es tremenda. Sucede que la pobreza de Africa es una pobreza sin consumo, no hay basura, no hay nada. La gente apenas tiene una choza, el agua pasa y a ellos les da lo mismo, porque no tienen nada que perder.

Si los caminos están malos a ellos les da lo mismo, siempre ha sido así. Es una pobreza que está como fuera de la historia, en cambio acá hay una pobreza que tiene basura producto del consumo.

Individualistas

¿A su juicio hay distintos tipos de pobreza, todo depende de cómo se viva?

-Se produce basura y también la sociedad produce gente a la que se le trata como basura, y hay una pobreza de consumo donde la gente se aisla, porque se llena de cosas.

La gente acumula cosas y se va separando del vecino, de la organización. Cuando tienes muchas cosas no necesitas de nadie. Hay gente que vive en departamentos y no conoce a quién está al lado, eso te hace más vulnerable. En Africa hay menos cosas, más ignorancia, pero se apoyan unos a otros. Eso protege más que el individualismo.

Los últimos 24 albergados sólo quieren volver luego a sus casas

ayuda. Hasta pasajeros varados llegaron a Escuela F-96 de la Coviefi.
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El patio de la Escuela "Libertadores de Chile" de la Coviefi se transformó en una improvisada zona de juegos. Niños felices jugando a la pelota con algunos soldados era el panorama que ayer pudo observarse en el recinto, el único que albergue que está cobijando a los damnificados con la lluvia que azotó a Antofagasta.

El encargado del recinto, capitán Luis Tapia, está atento a todas las necesidades de los 24 albergados que ayer permanecían en el establecimiento. "Llegaron vecinos de diversos sectores y algunos pasajeros que quedaron en el terminal de buses sin poder movilizarse. Llevaban dos días durmiendo en el lugar. También gente que está en situación de calle llegó hasta acá para solicitar resguardo", sostuvo.

Dijo que incluso hay tres personas que salen a trabajar y regresan por la noche, porque no tienen donde cobijarse, debido a que hogares quedaron inhabilitados. "Tenemos colchonetas, frazadas, ha llegado gente a entregar artículos no perecibles, ropa, contamos con el apoyo de la Cruz Roja. La Junaeb está a cargo de la preparación de los alimentos, acá los albergados están recibiendo la alimentación correspondiente, hay una minuta establecida", precisó el oficial.

"La pieza donde vivimos se mojó completamente, entonces no tuvimos más opción que venir al albergue. Todos mis familiares están en la misma condición debido a la lluvia, y no teníamos donde ir", comentó Mauricio Fuentes, comerciante, vecino de la calle Vallenar de la población El Golf.

Afectada por el aguacero resultó la peruana Elizabeth Sarmiento que junto a sus tres hijos fue acogida en la Escuela F-96. "Perdí todo, no tengo ropa, se mojaron las camas, vivo en un campamento. No tengo donde acudir. Gracias a Dios nos recibieron en el albergue", confidenció.

La médico cirujano Catalina Rojas del Cesfam oriente concurrió a la escuela para brindar atención a los albergados. Atendió sólo infecciones respiratorias, algunos cuadros diarreicos y alergias.