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Bermúdez, hombre de alturas

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Óscar Bermúdez, autor de la extraordinaria "Historia del Salitre", es un hombre de alturas. Alturas físicas y espirituales. Un hombre a contrapelo con la mediocridad, heroico en su tarea de elevaciones, acucioso, fino, elegante. Vive en constante agitación de ideas, de libros, de viajes.

Estudia en el Iquique English College, recibiendo una sólida formación mercantil. Pero el joven Óscar sueña más allá de los siniestros % y los emblemas del agio. Un día entra a la pampa y, ahí, toma patria de sentimientos:

- "Me sentí horrorizado por la brutalidad de la vida calichera, por la explotación de los obreros, por la esclavitud mental de los empleados".

Durante siete años vaga, de oficina en oficina, cruzando cantones de Iquique y de Antofagasta. La pampa le ha envuelto en su terrible red de todo y de nada. Bermúdez lo explica:

- "El desierto, su fisonomía, su soledad, penetraron en mi con su magia y no pude ya evadirme de sus mandatos. El desierto permanece activo en mi corazón. Soy un "empampado" sin remedio".

Y es verdad: aquí esplende el testimonio. Es su "Historia del Salitre" que le ocupa veinte años de trabajo riguroso en su preparación. Pero, en el curso de estos veinte años, practica periodismo en el diario "Crítica", de Santiago; escribe, en 1947, "El drama político de Chile"; salta a la investigación sociológica y, pampino hasta la médula, redacta varias novelas de ambiente salitrero: "La Pampa Bárbara" y "El Círculo Mágico", entre otras.

Esta "Historia del Salitre2, que se inicia en el siglo XVIII y concluye con la Campaña de Tarapacá, será completada con una segunda parte que abarcará de 1880 a 1930. Comienza con "La infancia de la industria salitrera", continúa con la ampliación de su explotación en el Desierto de Atacama, que colman mineros bravíos, como los Latrille, verdaderos descubridores del salitre, con anterioridad a José Santos Ossa, hasta "el tercer campo de explotación" de esta industria que se extiende hacia Aguas Blancas y Taltal.

Hoy se conmemoran 120 años del nacimiento del cine

aniversario. Francia, la cuna de los hermanos Auguste y Louis Lumière, exhibirá la primera película de la historia.

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París conmemorará hoy los 120 años del cine con la proyección de la primera película de la historia, un cortometraje de 46 segundos rodado por los hermanos Auguste y Louis Lumière en 1895 y conocido actualmente como "La salida de la fábrica Lumière en Lyon".

El corto, que muestra a un nutrido grupo de obreros flanqueando las puertas de una planta industrial donde la familia Lumière fabricaba material fotográfico en Lyon, se mostró por primera vez el 22 de marzo de 1895 en la Société d'Encouragement pour l'Industrie Nationale de París ante un grupo de científicos y empresarios.

La película vuelve a exhibirse en la que ahora se conoce como Sala Lumière del mismo edificio que en su día albergó aquella sesión histórica, y en presencia del director Bertrand Tavernier, presidente del Instituto Lumière, que trabaja en la restauración de las cerca de 200 películas que rodaron los innovadores hermanos entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

"El espíritu Lumière es la inocencia y la captura de una sinceridad eterna", comentó el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, durante una proyección de homenaje celebrada esta misma semana en Lyon.

"Se constata que los obreros sabían que estaban siendo filmados porque miran furtivamente a la cámara", agregó Frémaux, también organizador del Festival Lumière, certamen en el que algunos destacados directores como Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar, Xavier Dolan, Michael Cimino, Jerry Schatzberg y Paolo Sorrentino, han realizado versiones honoríficas del célebre cortometraje.

Entre el selecto elenco que pudo ver ese metraje mudo rodado con un cinematógrafo unos días antes de proyectarse el 22 de marzo en 1895 se contaba Léon Gaumont, el ingeniero francés que en julio de ese mismo año fundaría la empresa de producción Gaumont.

Dicha firma, con sede en París, actualmente cuenta con un catálogo de un millar de cintas y todavía presume de ser la más antigua del mundo en su género, algo que no probablemente no habrían augurado los hermanos Lumière, a quienes se les recuerda una frase tan lapidaria como equivocada: "El cine es un invento sin ningún futuro comercial".

A fines del siglo XIX, los hermanos Lumière trabajaron en la posibilidad de crear imágenes en movimiento. La llegada del kinetoscopio (precursor del proyector cinematográfico) a la casa familiar fue el gran impulso para que Auguste y Louis construyeran el primer cinematógrafo.