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La última luna

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Bella, como siempre, la luna llena del 5 de marzo nos sonó a despedida. Noche plena, cielo límpido, calma chicha, mar plateada. La roda de la embarcación surcaba el agua, dejando una estela de ondulaciones que se perdían en lontananza. Con escaso abrigo, la medianoche nos sorprendió a la cuadra de Paposo, contemplando la oscura silueta de la cordillera de la costa.

Aunque la pesca no fue generosa, la noche fue para recordarla. Solos en la inmensidad de ese tramo del mar de Chile, se avistaban -tenues y temerosas- las luces lejanas de Paposo y Punta Grande, la minera que se niega a paralizar. Hubo tiempo para el mate, la charla y uno que otro chiste. Hasta la misma madrugada, fueron muchos los temas de conversación.

Era. Fue la última de las tres lunas del verano.

Ya no habrá vuelta. El tiempo -irreverente- camina lento, pero no se detiene. Ya me quedan menos lunas de verano en mis próximas singladuras. Se viene la primera del otoño, cuyo plenilunio se avecina para el 4 de abril. Con esa luna comienzan las esperadas "calmas de otoño". Momento en que Eolo solo se manifiesta por las tardes y las madrugadas, trayéndonos sus brisas, que soplan desde el primer cuadrante. Viento que se conoce como "terral" o "calameño". Aire seco, helado, que hasta hace treinta años, inflaba las cangrejas de las últimas chalupas, que -al amanecer- se hacían a la mar, para manear cojinovas y jureles ("ñatas" y "pavos"). Chalupas que aguardaban las primeras brisas del "surazo", que se levantaba antes del mediodía y las traía de regreso, sin más trabajo que los golpes de caña y el forcejeo con la escota.

Se abren las puertas al otoño, que enfría los ecos del verano… Vuelta de las bufandas y los soquetes de lana. Se hielan las manos, pero no los corazones. Menos los corazones de nosotros, los nortinos, plenos de fuego. Ya tendremos tiempo de mirar al cielo, esperar el plenilunio de abril y susurrar -rememorando el verano- "¡Bienvenido otoño al desierto boreal…!

Kenneth Branagh: "No quería una Cenicienta azucarada"

cine. El director de la adaptación, que llegará a las salas nacionales este jueves, recalcó que quiso desmarcar a la princesa de Disney de los cánones tradicionales de los cuentos infantiles.
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Experto en adaptar los clásicos, desde Shakespeare a Mozart y pasando por Mary Shelley, Kenneth Branagh reivindica la magia sin sentimentalismo en su versión de "La Cenicienta", un cuento de hadas que, en su opinión, sigue vigente y que defiende "la resistencia pacífica" y "la bondad".

"No quería una Cenicienta demasiado azucarada y sentimental. La clave era mostrar un personaje lleno de bondad, sin ser inocente, valiente y al mismo tiempo sofisticada, inteligente y fuerte. Esta Cenicienta representa un tipo de resistencia pacífica que hemos podido ver en Mandela o Gandhi", explicó el director en declaraciones a EFE.

La elegida para encarnar a esa aspirante a princesa que popularizó Charles Perrault fue la británica Lily James, actriz de "Downton Abbey". Y para el príncipe encantador, el también británico Richard Madden, el Rey del Norte de "Game of Thrones".

"Es bonito estar en una película con un final feliz, y no cubierto de sangre", comentó el actor, de 28 años, que acompañó a Branagh en la presentación de la cinta en Madrid.

La película acaba de debutar el fin de semana pasado en los cines de Estados Unidos, con la aspiración de repetir el éxito de "Maléfica" de Angelina Jolie, también de Disney.

La malvada en esta ocasión es una espléndida Cate Blanchet, que fulmina con la mirada, acompañada de Holliday Grainger y Sophie McShera -también de "Downton Abbey"- como las hermanastras, mientras que Helena Bonham Carter tiene su breve aparición como hada madrina.

Aunque fiel al espíritu del cuento y de la película animada de la factoría Disney de 1950, Branagh, cinco veces candidato al Oscar en distintas categorías, introduce algunos cambios "sutiles" que "sumados hacen una gran diferencia".

las referencias

La historia se remonta a los orígenes de Ella (así es como se llama Cenicienta antes de que sus hermanastras la rebauticen), criada en una familia feliz, cuya madre le dejó una enseñanza antes de morir, que se repite a lo largo de la película: sé valiente y buena.

Y en cuanto al príncipe azul, lo suyo no es tanto una búsqueda, como un encuentro fortuito, previo al famoso baile y a la pérdida del zapato.

"Cenicienta no está en la carrera por cazar al príncipe. Ella quiere conocer a un hombre llamado Kit -con el que se cruzó un día por casualidad en el bosque, y que resulta ser príncipe", subrayó el actor y director de títulos como "Thor" y "Jack Ryan".

"También hemos tenido cuidado de no decir al final que fueron felices para siempre. Decimos que gobernaron bien, pero no que fueron felices para siempre. Hay una fuerte conexión entre ellos y mientras los vemos, están felices, eso es todo", añadió.

"Pero lo más importante es que se trata de una relación honesta entre dos iguales, aquí nadie rescata a nadie", puntualizó.

Para lograr ese equilibrio, el guión de Chris Weitz potencia el protagonismo del príncipe, que en la película animada de 1950 apenas aparecía en "dos o tres escenas", recuerda Madden, inicialmente abrumado por un papel del que "todo el mundo tenía una idea previa".

"A partir del guión y junto a Kenneth hemos tratado de encontrar el humor en el personaje; más que al príncipe, hemos dado importancia al joven, al hijo, al soldado, al amigo", explicó.

En todo caso, aclaró, este príncipe puede ser encantador, pero no perfecto. "No es perfecto de ninguna manera, simplemente es consciente de quién es e intenta ser mejor", precisó.