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Toconao: bono de $200 mil por daños del "Invierno Altiplánico"

Efectos. Agricultores temen perder cosecha de uvas, damascos y membrillos

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Ada Zuleta es una agricultora que ha logrado aprovechar las bondades y frutos de Toconao, los cuales reciben un dulzor y sabor que sólo el microclima de ese oasis puede otorgar a las vides, damascos, membrillos y peras de pascua, entre otras. Su arraigo con la tierra, la innovación y el emprendimiento de mujer, la llevaron a experimentar en la fabricación de mermeladas de damasco con pétalos de rosa, así como también en las de membrillo con rica rica y la jalea de granada.

La materia prima para elaborar estos productos, se cosechan al borde del Salar de Atacama a tan sólo 38 kilómetros de la localidad de San Pedro de Atacama. Estos productos frutales han dado origen a la vida de muchas generaciones, donde los turistas que la visitan a diario nunca imaginaron esa combinación de sabores, colores y aromas.

alud

Ricos jugos, manjares y vinos se producen en estas tierras que nuevamente fueron sacudidas por las inclemencias del clima durante febrero, aumentando el caudal del río producto de las lluvias, llevándose con fuerza los canales de riego y sus cultivos. Es la tercera vez en un par de años que Toconao se ve inmersa en esta situación, debiendo una y otra vez levantarse ante lo ocurrido.

800 metros de canales enlodados, además de 300 más sujetos a reparación y dos hectáreas de superficie cultivable perdidas por el paso del agua, es el resultado del alud que este 2015 afectó a la localidad. Un hecho que dejó indefensos a los productores que una vez más vieron como el agua, la arena, las piedras y árboles, se llevaron el esfuerzo de meses por hacer productiva la tierra que heredaron de los primeros atacameños.

El presidente de la Asociación de Regantes y Agricultores de Toconao, Alberto Santiago Espíndola, relató que el alud se llevó los canales reparados en Jere, para luego embancarse todo en el tranque, pasando lo mínimo al sector de Bosque Viejo.

Así que, con alegría contó que "no hemos tenido grandes daños pero con la ayuda de la comunidad, los agricultores, la empresa pública y privada, el Ejército, familiares de afectados que han venido de Calama y la juventud, hemos podido despejar el barro con trabajos comunitarios durante cuatro días".

El secretario de Asociación de Regantes y Agricultores de Celeste, Gerardo Puca, relató que "en Puques fue tanta agua que rebalsó un muro de contención y se metió por todas las plantaciones de parras, las enterró, llenó de basura y cortó las mangueras".

amenaza

Dejando claro que este hecho "amenaza la cosecha de vides del lugar, porque que con las lluvias los productos se echan a perder, no se puede cosechar a tiempo, hay que esperar que pase la lluvia, yo creo que tendremos pérdida del producto".

Por medio de una minga de los propios agricultores y lugareños que realizaron labores de limpieza y el restablecimiento del agua a las vides, esperan ahora un apoyo con lo que podrán salir adelante y enfrentar mejor esta desgracia.

El director (s) de Indap de la Región de Antofagasta, Marcelo Miranda, en reunión con los dirigentes de la Asociación de Agricultores y Comunidad, en la misma localidad, comunicó que Indap los apoyará con un bono de emergencia y los concursos normales de la institución.

El intendente Valentín Volta ya instruyó la asignación y los agricultores recibirán un bono de 200 mil pesos que les servirá para solventar los gastos ya efectuados o por realizar ante este fenómeno climático que afectó al interior de la Segunda Región en los primeros días de febrero.

"Que será… será"

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Cantaba Doris Day "Whatever will be, will be… Que será… será" en la película de Alfred Hitchcock "El hombre que sabía demasiado", en 1956. La pieza musical ganó ese mismo año un Oscar a la mejor canción original. Pero más allá de Doris, de Alfred y de la codiciada estatuilla dorada, es el mensaje de la canción lo que traigo a colación hoy, porque ¿saben?, a veces en la vida no queda más que suspirar profundo y asumir que "lo que será… será".

Sucede que en ocasiones uno se empecina tanto tratando de torcerle la mano al destino: se la juega, se obsesiona, se complica, se enreda, se agobia, se angustia y se devanea los sesos tratando de encontrar una fórmula para que las cosas salgan como uno quiere que salgan. Pero no siempre las cosas son como uno quisiera que fueran y cuando eso sucede lo más sano es aceptar que lo que tiene que ocurrir va a ocurrir, sin más. No es rendirse… sino más bien desapegarse.

La diferencia parece sutil, pero no es menor. Rendirse es dejarse vencer. Desapegarse es dejarse llevar. Rendirse te disminuye y te esclaviza. Desapegarse te engrandece y te libera.

Se me viene a la mente un relato que el famoso tenista serbio y actual número uno del mundo, Novak Djokovic, hace en su libro "El secreto de un ganador". Hablando de su infancia en la turbulenta ex Yugoslavia de la década de los noventa, señala: "…Comenzamos la guerra viviendo con miedo. Pero en algún momento durante el transcurso de los bombardeos algo cambió - en mí, en mi familia, en mi pueblo. Decidimos dejar de sentirnos atemorizados.

Después de tanta muerte y tanta destrucción, simplemente dejamos de escondernos. Una vez que te das cuenta que eres verdaderamente impotente, una fuerte sensación de liberación se apodera de ti. Lo que ocurrirá, ocurrirá y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo".

Djokovik agrega que estas experiencias fueron para él grandes lecciones: "…aceptar verdaderamente tu propia falta de poder, es increíblemente liberador", puntualiza.

Para mi gusto, el actual número uno del tenis mundial tiene toda la razón. Lo más curioso de todo, es que cuando uno finalmente deja de empeñarse obstinadamente y decide -de manera genuina- soltar, dejar fluir y desapegarse, el mundo y la vida se ordenan solos.

Hay varias historias que lo confirman: la de la pareja que cuando dejó desesperadamente de luchar por ser padres, quedaron embarazados; o el caso de la joven que cuando desistió de andar con el vestido de novia en la cartera, encontró marido. O lo que me sucedió a mí el otro día, que buscaba histéricamente por toda la casa el aro de oro que se me había perdido.

Después de varias horas, empecé a asumir la pérdida. Al poco rato, lo encontré resplandeciendo en la oreja de mi pequeña hija de 6 años.

La vida siempre es más sabia que uno. Al desapegarnos de nuestras obsesiones, de nuestras manías y de nuestros miedos, empezamos a vibrar al mismo ritmo de la vida y de su sabiduría… y también, claro, al ritmo de Doris Day cuando cantaba "Que será… será".