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Dr Antonio Rendic, un enviado de dios padre

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Cada atención médica del Dr. Rendic a sus pacientes de todos los días de su muy extraordinaria estancia aquí en la tierra, -dígase Antofagasta, lo acercaba peldaño a peldaño al celestial trono de Dios Padre, que así lo designara para tan altruista labor humana con los más desfavorecidos económicamente, que siempre por siempre existirán en nuestro complejo mundo.

Posiblemente estas líneas sean o son una "pequeñez" para tan laudable labor a la que se entregó nuestro querido y gran Doctor, que todo lo dio para sus semejantes, sin permitirse observaciones sociales con aquellos que a él y a su esquina de Latorre y Maipú se acercaban en búsqueda de su apreciada sabiduría médica .

En ese intervalo espiritual que el buen don Antonio nos dirigía su muy bondadosa mirada, ya comenzaba a producirse el milagro de nuestra ansiada esperanza de sanación física.

¡Sí! Porque sus ojos derramaban una luz con un trasfondo espiritual extraordinario, como placentero mensaje de que "todo saldría bien"- lo cual, efectivamente, siempre salía bien, como cumplida rutina doctoral.

Desde luego, a la distancia y en el tiempo prevalecen muchas milagrosas curaciones efectuadas por nuestro Doctor quien, con su habitual y serena humildad, despedía a sus pacientes (que no lo hemos olvidado) como el "gran hermano mayor" que nuestro Dios nos asignara en su inmensa misericordia hacia nosotros, seres humanos llenos de faltas.

gratitud

Ahora bien, recordar a este ser especial, fiel seguidor de todo lo predicado por Nuestro Señor Jesucristo es y debe ser una obligación de la más excelsa gratitud de todos nosotros, que recibimos a través de sus extraordinarios conocimientos de la medicina. el bienestar de vivir en muy buena salud, gracias a su loable labor humanitaria.

En esta tarde de verano, cuando escribo estas líneas, me conmueve como encargado de la atención del Museo Andrés Sabella, que alberga con respeto y veneración todo el "hábitat" íntimo y quirúrgico de nuestro buen Doctor Antonio Rendic, lo que siento como un gran privilegio.

La juventud actual, particularmente, se va interrogando paso a paso de la magnífica y utilitaria obra del gran médico poeta cuando visitan las salas del Museo Andrés Sabella y se encuentran frente a frente a las fotos y al rostro amable que les sonríe como invitándolos a seguir su ruta.

Además la cantidad de documentos de sus estudios, de reconocimientos a su incansable labor de parte de las más diversas instituciones dan a pensar que fue un ángel en la tierra para nuestra ciudad de Antofagasta.

Si su material quirúrgico hablara, cuantas cosas buenas nos diría de las sanaciones ejecutadas por sus manos.

testimonio

Una sencilla placa de bronce en un anaquel, que sólo dice un sobrio mensaje: "A. Rendic, médico cirujano", es el testimonio visible del primer encuentro que tenía el paciente con quien le iba a devolver la salud.

Este legado único, que debe ser un orgullo para Antofagasta, es una invitación a los jóvenes de nuestra región, para encontrarse con la vida y obra de uno de los más grandes personajes que la ciudad ha albergado en su seno. Los jóvenes son los herederos de un ciudadano ejemplar y responsables de mantener su recuerdo y legado por siempre.