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Una semana desaparecido lleva Mateo Riquelme y no hay pistas

¿Rapto?. Hasta sus familiares son investigados en complejo caso policial.

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Pasó una semana desde que Mateo Riquelme Tejeda, de dos años, desapareció en un parque de Calama cuando jugaba en compañía de unos familiares. A pesar de que las policías lo buscan de manera ininterrumpida, el caso sigue siendo un completo misterio, rodeado de declaraciones incompletas y donde la tesis del secuestro es lo que podría explicar la desaparición del niño.

La complejidad de lo ocurrido puede apreciarse a simple al revisar las unidades que participan en el caso: la sección OS-7 (antidrogas) y OS-9 (crimen organizado) de Carabineros y, desde el jueves se sumó la Brigada de Investigación Criminal de la PDI.

El menor fue visto por última vez de noche en el Parque 21 de Mayo en Calama. Allí estaba en compañía de un primo y su tía, quien lo perdió de vista un par de minutos. Siete días después de eso, no hay ninguna pista sobre Mateo, ni una prenda de ropa o algún indicio que pudiera explicar qué camino recorrió el niño antes de desaparecer.

Trascendió que la policía trabaja con siete líneas investigativas, pero que la idea del secuestro sería la que cobra más fuerza, sobre todo por ciertos vacíos de información que quedaron tras la toma de las primeras declaraciones.

Karen, la madre de Mateo, manifestó que el día de la desaparición había llegado desde Ovalle (Cuarta Región). Sin embargo, la verdad es que la mujer ese día había salido de la cárcel de Calama por una condena de 30 días por hurto.

Ella sostuvo que no quiso entregar su verdadera versión para evitar que la opinión pública la juzgara, junto con explicar que además, ese dato no tiene ninguna relevancia con la desaparición de su hijo.

versiones

Otro trascendido es que algunos cercanos habrían declarado que días antes de que se perdiera todo rastro del niño, familiares del padre biológico lo visitaron en Calama. El progenitor vive en Ovalle.

Incluso durante la búsqueda sucedió un delito de violencia intrafamiliar, cuando la madre del menor fue con el padre que reconoció a Mateo a buscarlo a San Pedro de Atacama. Una discusión de la pareja terminó con una denuncia y al momento de la detención, la policía detectó que pagaba una condena por microtráfico con servicio comunitario, beneficio que fue suspendido.

Mientras esto ocurría, de forma paralela, 100 carabineros, del Gope, Fuerzas Especiales y Plan Cuadrante, realizan búsquedas sin resultados hasta ahora por quebradas, sitios eriazos y cauces del Río Loa.

"Dueña de casa"

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No es sino hasta que uno lo vive en carne propia que no sabe realmente lo que significa ser dueña de casa. Por eso, en general, a los hombres les cuesta entender en toda su dimensión el valor de ser "dueña de casa", aunque muchos de ellos creen que sí lo saben. Y no lo digo ni como un reproche ni como una proclama feminista. Lo digo simplemente en el mismo sentido en que ni yo misma sabía lo que era ser dueña de casa en toda su plenitud, hasta que me convertí en una.

Ser dueña de casa es complejo. Es una de las actividades más demandantes que existen. Dándole vueltas al asunto y mirando a mi alrededor a todas esas sorprendentes dueñas de casa con las que uno se ha encontrado en la vida, he llegado a la conclusión que lo más notable, desafiante y difícil, es esa capacidad de posponerse ellas mismas por el bien superior que es el bienestar de su familia. 24/7, los 365 días del año… 366 en el caso de ser año bisiesto. Sin feriados irrenunciables.

Es una pega sin descanso y sin final. En una familia todo empieza y termina en la dueña de casa, en la mamá, en la esposa, en la que cocina, la que plancha, la que prepara la colación de los hijos antes de ir al colegio; en la que barre la vereda de la calle y saca la basura los días martes, jueves y sábado; en la que se esmera porque la casa esté linda y limpia; en la que mientras lava, canta; la que mientras hace la cama piensa en cómo ayudar a su hijo; en la que mientras le echa cloro al wáter se acuerda que tiene hora al dentista y que hay que sacarle una copia a la llave del portón; en la que muchas veces se muerde la lengua para que la discusión termine ahí no más; en la que le da la comida al perro -aunque yo no tengo perro- pero hay muchas que sí. Porque esta columna no es sobre mi sino sobre ellas, a las que yo tampoco veía, sino hasta que me uní a sus huestes, un poco a regañadientes al principio, pero luego caí en cuenta que alguien tenía que hacer la pega… y que el dedo me apuntaba a mí.

Además, es la pega menos glamorosa que hay. No hay entregas de premios, ni galas anuales. No existe el Nobel a la dueña de casa y -que yo sepa- ninguna revista de papel couché (de esas que se especializan rankings de cualquier cosa: "Los 10 empresarios top"; "Las ejecutivas más influyentes del país; "Las mejores empresas para trabajar", etc…) ha titulado jamás: "Las 100 mejores dueñas de casa de Chile". No señores, porque la labor de dueña de casa casi no se valora socialmente.

Y entonces es ahí donde este trabajo adquiere su dimensión más notable. Porque se convierte en una cruzada silenciosa, privada y muchas veces invisible. Como invisible es el aire que respiramos, pero que cuando falta uno se empieza a ahogar. La dueña de casa es eso… una matriz impalpable que hace que el mundo gire, que los hombres sonrían, que los hijos crezcan y que cada uno de nosotros tenga un remanso donde al final del día… todo está bien.