Doctor Antonio Rendic, modelo de vida
Hace muchos años, estando mi madre ya en edad avanzada, me solicitó que la acompañase a ver al doctor Antonio Rendic por un problema de cefalea, que la había acompañado por años. Motivada por las excelentes opiniones que de él tenían varias amigas y por la bondad que emanaba de su rostro cuando lo encontraba en la calle, decidió consultarlo. Ella había tratado su dolencia con varios médicos según me comentaba, pero sin solución. A mí se me hacía difícil acompañarla por razones de trabajo y le ofrecí llevarla a otros médicos, cuyos horarios se adecuaban a mi disponibilidad de tiempo. Pero ella me insistió que el médico en el cual había depositado toda su confianza era el reconocido Doctor Antonio Rendic. Decidí cumplirle su deseo y llevarla a ver al facultativo, quien la trató como si fuera el pétalo de una rosa , con mucho respeto , llamándola en todo momento "señora", con mucha paciencia y con una voz muy dulce , es decir con las características que debe tener un médico para tratar a las personas de la tercera edad. Luego de una serie de preguntas, hizo la receta y se la dio, pidiéndole que volviera al cabo de dos semanas para controlarla. Mi madre volvió, ahora con un semblante diferente, más alegre, conversadora y muy ágil. Yo creo que más que controlarse con el médico fue para agradecerle el término de su calvario de años.
Después de quince años de este episodio, mi madre, doña Julia Rojas Vega, enfermó de enfisema pulmonar y murió. La conformidad que me queda es que el Doctor Rendic la libró por muchos años de sufrir de la cefalea tan porfiada que la aquejaba.
Hoy me uno a la aspiración de los antofagastinos de lograr que el Dr. Rendic sea reconocido como santo por la Iglesia Católica. Su vida fue un modelo para todos y su generosidad, una fuente inagotable que derrochó a manos llenas. Este médico ejemplar merece permanecer por siempre en el corazón de Antofagasta, ya que la ciudad fue bendecida por Dios al contarlo como uno de sus hijos, quizás el mejor. Unámonos en una gran campaña para que cuanto antes el Dr. Rendic sea reconocido oficialmente como el gran santo que fue. Ud. que conoció al Doctor deje registrado su testimonio en los libros que para este efecto se abrieron en la Catedral y en el Museo Sabella (Latorre 2535). Quizás su testimonio referido quizás a una curación que Ud. considera milagrosa puede ser el hecho que va a facilitar la aprobación de Roma.