Para apreciar "Los Juegos del Hambre 3: Sinsajo - Parte 1", es menester conocer bien la serie de acontecimientos ocurridos en las dos películas anteriores, porque ésta parte exactamente después de los devastadores eventos ocurridos al final del filme "En llamas", en que Katniss Everdeen y Peeta Mellark, los ídolos indiscutidos, fueron separados.
Ahora la protagonista (una correcta Jennifer Lawrence), se encuentra en el Distrito 13, donde su Presidenta le solicita que sea la cara visible de una campaña propagandística destinada a generar una revuelta en contra del siniestro Presidente del Capitolio (Donald Sutherland), usando como símbolo el pájaro Sinsajo.
Pero como esto es producto de Hollywood, los productores en su afán por estirar la cuerda, imitaron lo sucedido con el desenlace de 'Harry Potter' en su oportunidad y decidieron dividir en dos partes el esperado final de la saga que ocurrirá el 19 de noviembre de 2015, es decir, hay que esperar y tener buena memoria para atar los hilos que conectan personajes, tramas y aventuras varias.
La división del cierre de la serie obedece también al deseo de introducir nuevos personajes, como ocurre con la aparición de Alma Coin (Julianne Moore), la presidenta del Distrito 13, reforzar ideas clave que permiten a los espectadores mantener la tensión y hacer más dulce la espera, como saber con quién se quedará la protagonista, que tiene a dos enamorados y, por supuesto, conocer el modo en que este grupo de rebeldes derribará a Snow y su corte de Versalles futurista en un Estados Unidos que se llama Panem y donde predomina el pan y el circo, la muerte y la destrucción y una tecnología que se mezcla con el monumentalismo de las construcciones, claramente inspiradas en "Metrópolis", de Fritz Lang.
Es cierto que en lo temático, "Los Juegos del Hambre 3: Sinsajo - Parte 1" tiene más oscuridad y cuenta con mejor factura, sobre todo en su diseño de producción, donde se enfatiza en los dramáticos estragos y secuelas de los movimientos revolucionarios, pero se echa de menos el elemento sustancial de la saga: el juego mismo, donde los elegidos debían sortear pruebas casi imposibles para llegar a erigirse como los vencedores de un circo romano post apocalíptico.
En estricto rigor, en esta tercera entrega no pasa mucho porque es evidente que solo se prepara el terreno para lo que se avecina y desde las acciones, los diálogos y las escaramuzas nos orientan hacia un solo propósito: lo que será una continuación y remate estruendoso. Desde esa perspectiva, el filme consigue mantener la atención del espectador y se cierra en el momento preciso para dejar con ganas de saber qué pasará, cumpliendo a cabalidad con lo que dictan los productores: o sea, pan y circo para los espectadores que deberán armarse de paciencia hasta 2015.
Otro dato no menor resulta el "fenómeno literario", porque no debemos olvidar que esta película está basada en la saga de textos de la autora Suzanne Collins.
Para quienes han leído sus libros, la gran duda es saber cómo se unirán los acontecimientos, porque se supone que debiera mantenerse la complejidad y amargura que caracteriza la existencia de esta heroína, sobre todo teniendo en cuenta que la serie no se caracteriza por tener un happy end.
Queda la duda razonable de si era realmente necesario dividir la película en dos partes, sobre todo si se considera que en el mercado cinematográfico aparecen cada día con mayor fuerza películas que, deliberadamente se presentan como el inicio de una nueva serie (léase 'Divergente', 'Maze Runner'…).
Pero claro, esto es el Hollywood industrial, en donde el director Francis Lawrence es casi una anécdota. Aquí los que mandan son los productores, los que ponen el dinero y desarrollan una campaña publicitaria tendiente a un solo objetivo: hacer que los espectadores -especialmente los adolescentes- se tengan que aguantar hasta el 19 de noviembre de 2015, para saber qué sucederá con Panem, la revolución, la decisión de la protagonista y el derrumbe del imperio del Capitolio.
En este contexto, y por comparación al capítulo anterior, la película es menor en su intensidad pero deja perfectamente asegurada la entretención para que el desenlace sea, al menos, espectáculo puro.