Rescates literarios
María Constanza Castro M.
Académica Escuela
de Periodismo UCN
Cada cierto tiempo los sellos editoriales nacionales levantan proyectos de reedición de obras y autores que se sitúan al borde del olvido y nos sorprenden con relecturas o nuevas apreciaciones de textos raros que pensábamos ya ignorados del todo. Tal ha sido el caso de dos reediciones recientes presentadas en Filsa: Obra narrativa de Marta Brunet y El río de Alfredo Gómez Morel.
El libro de nuestra premio nacional compila toda su obra, partiendo con sus descarnadas historias recogidas de la ruralidad más agreste hasta sus últimas novelas citadinas que se codeaban con movimientos de vanguardia tardíos, alcanzando importantes dosis de experimentación lingüística, en las formas y en los temas. Sorprendió a los veinte años publicando Montaña adentro, y el entonces consagrado y masculinizado grupo literario Los Diez intentaba comprender como una mujer podía alcanzar ese nivel de oficio en el retrato social de personajes y el registro del habla viva de los mismos.
Más tarde a la autora se la encerró en el canon criollista y se la dio por obsoleta, por regionalista y por ser una pieza más del engranaje de las literaturas nacionales ya superadas. Sin embargo, la Brunet como sujeto histórico utilizó estos lenguajes o capas de simbolización, reinventándose, para tener posibilidades de expresión en un contexto ciertamente adverso para la literatura escrita por mujeres, que en aquella época era considerada un género aparte, y diametralmente menor.
Al otro lado del río, en cambio, en el espacio simbólico de la no ciudad, en un mundo paralelo por donde corrían las aguas y desperdicios, un niño y luego un joven, forjaron su autobiografía. La novela El río, publicada en los sesentas, al igual que El amasijo de la Brunet, que fue vetada por hablar de homosexualidad, tuvo excelente recepción y trataba temas mucho más controversiales: miseria extrema, abusos, violaciones, reclusión.
Alfredo Gómez Morel, un personaje literario en sí mismo, llegó a ser considerado el Jean Genet chileno por su promiscuidad, por dedicarse al robo y tráfico en distintos países y escribir su obra desde la cárcel. Convertido más tarde en periodista y escritor, alcanzó cierto reconocimiento de sus pares, para volver a hundirse en el abandono al llegar a la vejez. Neruda bautizó El río como un "clásico de la miseria" y Alone celebraba la escritura de la Brunet "por su horror a las disgresiones inútiles y a las vagas languideces femeninas". Ya muertos los autores, las obras están de vuelta para que les volvamos a dar vida.