Cery Toro y un 24 de octubre
Cery, hoy desperté con tu recuerdo, con tu nombre en mis labios. No me lo explicaba. Al ver la fecha entendí. Partiste un 24 de octubre, hace ya cuatro años, partiste a los cuatro rumbos de la eternidad.
Y claro, como no recordarte si empezamos juntas la aventura de la Linterna de Papel, aquel 15 de julio cuando dijimos "Permiso, maestro" para retomar la columna de don Andrés en El Mercurio de Antofagasta. Eras mi apoyo en esos tímidos inicios, nos colgábamos al teléfono para compartir recuerdos y anécdotas. Tú enviabas, desde Valdivia, tu columna sabatina, siempre impecable y entretenida.
Amiga, es tanto lo que ha sucedido con el legado del maestro, que su obra se difunde y se prolonga en el tiempo. Y no solo en la literatura, sino también en la plástica, en la música. Como dice Gaytán, Andrés está más vivo que nunca.
Pero este es un recuerdo a tu trabajo, a la maestra, a la periodista que llevó siempre las enseñanzas sabellianas y dejó tantos y tantos alumnos agradecidos, Eso se lee en los medios sociales.
Y leo las palabras de Andrés, dedicándote la cuarta edición de Norte Grande diciendo: "Para la noble y muy querida Cery Toro González: a su inteligencia, a su lealtad, a su amistad, con toda la gratitud de Andrés". Si hasta el maestro lo reconocía.
Vuelven a mi esos momentos en que visitamos el ancla que don Andrés Sabella y un grupo de Hermanos de la Costa llevaron desde Antofagasta a Valdivia, en 1974, ubicada a la orilla del Calle Calle y donde brindamos, haciendo un orza por la memoria del poeta, hermano y amigo.
Aún me entristece el alma esa noche, solas, en el hospital, tú tratando de ganar la batalla, mientras yo te leía pasajes de la Biblia, entrelazados con poemas del maestro. Debe haber sido linda tu partida, mecida por las dulces y tiernas palabras de los versos de Andrés.
Cery, te despedimos en la iglesia cantando "En el río Calle Calle…" pero también "Oh, dulce amor mío…", las canciones de las ciudades de tus amores.
Amiga, nos haces falta.
Y termino como lo hacías tú. ¡Orza, maestro! ¡Orza Cery!