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Un radiotelegrafista

Con motivo de la paralización de las estaciones radiotelegráficas de la costa, para mantener la neutralidad chilena en la Gran Guerra Europea, se estimó dejar sólo un radiotelegrafista en la estación de Caleta Vieja, cercana a Antofagasta. Los restantes cuatro telegrafistas fueron enviados a distintas reparticiones de la Armada.

para estación local

La municipalidad inaugurará las plazas de las Poblaciones Matta y Lautaro y del Puerto, declaró el regidor Hernán Díaz, luego de entrevistarse con directivos de Obras del ayuntamiento. La idea es las obras sean inauguradas el próximo 14 de febrero, durante los festejos. También se piensa en remodelar la Plaza Esmeralda.

Municipalidad inaugurará tres plazas

Una encendida polémica gatilló la propuesta de un grupo transversal de parlamentarios que impulsan la idea de rebajar de 18 a 16 años, la edad mínima para ingresar a centros de entretención y beber alcohol libremente. Paula Baltra, directora regional del Conace, sostuvo que esta iniciativa es un absoluto error.

Proyecto baja edad

para beber alcohol

Recuperar el asombro

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Los dolores ciudadanos son el termostato de las comunidades, donde las voces activas logran solucionar sus problemas a base de acciones y emprendimiento de tareas, mientras las miradas somnolientas ven con tranquilidad cómo pasa el tiempo.

Lamentablemente, un importante porcentaje de los reclamos de los vecinos queda en el baúl de los recuerdos o entre risas nerviosas de funcionarios con escaso poder resolutivo. Es aquí donde los medios locales tienen la capacidad de quebrar esta apatía y transformarse en garantes y defensores.

Antofagasta tiene un cúmulo de temas que se repiten con insistencia durante años. Perros vagos, basura, quemas ilegales, los interminables hoyos y los patos yeco alimentan interminables páginas de diarios, espacios de televisión, radio y eternas conversaciones que se perpetúan en el tiempo, hasta el momento con escasas soluciones de largo aliento.

Todo ello trae como consecuencia que se pierda la capacidad de asombro y que la opinión informada y con fundamentos quede relegada a un segundo plano debido a esta pereza del "da lo mismo", para asumir peligrosamente que estos dolores urbanos ya son parte de nuestra cultura.

De suceder esto, estamos en un grave problema. No podemos ver como normal que nuestras calles estén repletas de hoyos, que los autos estacionen sobre las aceras y que los patos yeco destruyan las escasas áreas verdes con que cuenta la ciudad. Si queremos que Antofagasta no sea vista como un campamento, esto pasa por entregar mejor calidad de vida a todos.

El común denominador en este problema es que las autoridades, empresas y los antofagastinos reaccionan ante hechos consumados. Así, cuesta entender que desaparezca una franja de áreas verdes en la costanera sin que nadie lo haya notado hasta antes de aparecer el tema en los medios de comunicación.

Es clave recuperar la capacidad crítica para aportar y proteger aquello que pertenece a los antofagastinos, eso también es identidad activa y no sólo de buenas intenciones. Hay que ser proactivos y no reaccionar por la inercia de los hechos consumados. Quizás, ése sea el gran problema de Antofagasta.

¿Crecer o desarrollar?

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Esta larga y angosta faja de tierra que transita entre mar y tierra con vocación norte sur como eje principal se ha ido transformando cada día más en un potente y desgarrador ejercicio de apropiación excluyente. El trazado inconsciente que pone énfasis en el abordaje horizontal se traduce en crecimiento, desmesurado y sujeto a las vulnerables y desiguales leyes del mercado.

Cada vez que crecemos hacia los extremos, y el mercado tiene predilección por eso, la ciudad crece pero no se desarrolla. El problema es si la inversión pública también cae en la trampa del crecimiento.

Para desarrollar la ciudad debemos poner énfasis en la integración cerro mar, debemos ser capaces de hacer desaparecer las fronteras internas que tienden a construir una ciudad, un poquito esquizofrénica, que opera por franjas que no interactúan y que generan la percepción de que solo los cercanos a la costa tienen derechos sobre la ciudad.

Mientras no integremos al que vive, por razones por todos conocidas, en el cerro no lograremos hacer de esta una ciudad que todos sintamos como propia. Ésta ciudad que ha olvidado los peatones ¿cómo le pide a la tercera edad que vive sobre la línea del tren que camine hacia el plano en las condiciones actuales? ¿Cómo logramos que los que están sobre la avenida Circunvalación no tengan que bajar entre medio de basurales, entre quebradas que impiden la interacción segura? Para alcanzar el estatus de ciudad desarrollada tendremos que pensar en una ciudad para los antofagastinos, no sólo para los turistas. De lo que se trata es de construir una ciudad para todos donde la integración sea natural y fluida no solo en la paralela a la costa. Fusionar la costa y el cerro ha hecho de otros puertos la clave, Valparaíso, Puerto Montt sin ir más lejos, para lograr el arraigo y los atractivos que le otorgan el sello de "lugares para vivir".

Mientras esto no ocurra nuestros viejos, los que pueden, seguirán marchándose de La Serena al sur. Ojo ahora también los jóvenes persiguiendo mejor calidad de vida han iniciado su doloroso peregrinar. Extraña ciudad esta.