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Garuma aventurera

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Un siglo y más de historia nortina se entrevé en Ala Viva, de Mario Bahamonde. De un lado la realidad contingente. Del otro, la legendaria e indispensable compensación sociocultural de "la Garuma Aventurera, conocedora de la tierra y del mar". Los pueblos necesitan de la leyenda para avanzar. Ala Viva, quizás no entendía de tradiciones, pero cuando "pensaba en la Garuma Aventurera el corazón se le llenaba de luces. Quizás esa era la causa de su amor a la tierra".

¿Igual les sucede a los hombres llegados al Norte? ¿Son dignos y eficientes continuadores de sus sacrificios en la diaria jornada?

Hombre venido al Norte se adentraba en la tierra dándole la espalda al mar, "porque el hombre tiene raíces. Y la única parte donde se afirman las raíces es en la tierra… las raíces de los hombres se nutren de ambición. Y todo eso lo absorben de la Tierra".

Antes que el hombre, en el día quinto de la Creación, revolotearon las aves en todas las direcciones bajo el firmamento y se multiplicaron. Esa primacía es determinante. Un ave puede no entender el significado de la palabra ambición, pero "empezó a comprender por qué los hombres no pueden volar, puesto que si tienen raíces, esas amarras no les pueden permitir el vuelo".

Por años el Norte ha sido escenario de algunos transeúntes, hombres de paso con débiles raíces, apenas amarradas a estas tierras y movidos por su ambición. Saciada ésta, cambian de escenario.

¿Qué grado de vinculación existe con las cosas que se integran en la realidad nortina? ¿Qué valoración le asignan a los patrimonios culturales nortinos?

La realidad de toda alegoría es el soporte para mensajes que afloran, al contactarse con los planos de conocimientos manejados por lectores u observadores. Ese universo plurivalente subyace en Ala Viva. Quizás verlo cueste tanto como percibir el patrimonio de cultura que encierra la diversidad de lugares donde el hombre ha dejado rastros de su existencia. Allí está la tradición nortina, esa que por mil años ha de cuidar El fantasma de Caracoles que en vida fuera Sebastián Cangalla.

El Juez

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Éste es el enfrentamiento entre dos grandes intérpretes de igual nombre y diferentes generaciones: el veterano y más que talentoso Robert Duvall (que fue destacada figura en los años 70, en "El Padrino") y Robert Downey Jr., actor que ha pasado por la comedia y el drama, incluyendo las aventuras de superhéroes, saliendo de cada una de ellas con aplomo y dignidad por su probado histrionismo.

Es también un cambio de estilo para el director, David Dobkin ("Los rompebodas"), porque de la comedia pasa al drama con pulso seguro, momentos espléndidos, diálogos inteligentes y una más que correcta forma de dar una vuelta de tuerca a ese subgénero denominado películas de juicios, donde lo esencial se desarrolla en el clásico esquema del acusado frente al juez y al jurado.

Aquí el acusado resulta ser el padre de Hank Palmer, abogado de éxito de la ciudad, en pleno quiebre matrimonial, quien debe interrumpir un caso porque le comunican que ha muerto su madre, situación que lo obliga a regresar a su pueblo, donde se encuentra con sus hermanos, su pasado, una antigua novia y con su progenitor, un juez con 42 años de oficio con quien prácticamente no se habla, pero al que deberá defender porque resulta acusado de asesinato.

Con estos elementos, un ritmo sostenido y un paisaje maravilloso como telón de fondo, el director Dobkin tiene el mérito de dirigir de manera soberbia uno de los buenos duelos interpretativos del cine reciente: porque ver cómo colisiona el viejo Robert Duvall con el carismático Robert Downey Jr. es una delicia que añade a este filme un plus especial: dos generaciones, dos estilos de actuación, dos manera de sacar adelante roles fuertes e inteligentes con detalles y sutilezas.

"El Juez" es una película que destaca nítidamente en la actual cartelera y pese a su largo metraje (141 minutos) el espectador tiene la recompensa de apreciar un filme intenso y muy bien conducido, donde no hay desbordes ni exageraciones gratuitas, ni siquiera lugares comunes como el típico juicio que uno podría esperar. Porque su ritmo es sereno, permite el lucimiento de los secundarios (notable el personaje del hermano retrasado) y nos da tiempo para constatar la solidez de un drama bien construido.

Así, con "El Juez", el director David Dobkin puede demostrar que es capaz de construir un filme dramático que da cabida para la emoción, para los diálogos chispeantes y Robert Downey Jr. en su calidad de protagonista y productor sabe lucirse en la justa medida, recordándonos por qué es uno de los grandes actores de Hollywood que tiene en el drama sus momentos más logrados.

Lo más interesante de todo el filme radica en que su esencia, más allá del juicio contra el viejo juez acusado de asesinato, es la manera como va desarrollando en forma paralela la relación padre-hijo, con una tensión creciente y al mismo tiempo llena de ternura, que tiene en la secuencia de la pesca en el lago uno de los momentos más hermosos y sintéticos que hemos visto en años: dos generaciones cara a cara en medio de la naturaleza, el silencio y los detalles esenciales que no son necesarios de subrayar. Buena película.