Secciones

La historia que se esconde tras la vieja casona del Parque Brasil

legado. Adriana Campusano Ravenna, su última moradora, falleció a los 97 años tras toda una vida ligada a este inmueble.

E-mail Compartir

Fue traída en barco desde Inglaterra y ensamblada acá en Antofagasta. La llamada 'casona de los gatos' por más de 100 años ha logrado resistir al paso del tiempo y al desarrollo inmobiliario de uno de los sectores más característicos y tradicionales de la ciudad como es el Parque Brasil.

Una bella casa de estilo inglés que no deja de llamar la atención de quienes pasean por este sector. Varios se detienen a admirar intrigados qué secretos esconderá en su interior este viejo inmueble que forma parte del patrimonio cultural de Antofagasta.

Quienes han logrado ingresar a esta casa custodiada por numerosos gatos que se pasean por el antejardín, cuentan que en su interior el tiempo parece estar detenido. Los muebles, fotografías y decoración, siguen siendo son los mismos desde que se levantó la casona.

La casa cuenta con un pasillo principal que se extiende desde la entrada hasta el patio trasero, con habitaciones de techos altos que se distribuyen por ambos costados. Además cuenta con un sótano y una pérgola.

Pero la historia más atractiva de esta vieja casona es la que protagonizan sus moradores. En especial de quien vivió ahí hasta sus últimos días. Se trata de Adriana Campusano Ravenna, hija de Eduardo Campusano.

Quienes conocieron a esta distinguida señora comentan que siempre se caracterizó por ayudar desinteresadamente al prójimo. De su familia fue la única que permaneció en ella hasta su muerte el pasado 8 de septiembre cuando falleció de muerte natural a los 97 años.

Pese a su avanzada edad, hasta hace unos años atrás aún se le podía ver manejando su auto Nissan V-16 color verde por el sector.

Cuando su madre murió ella se encargó del cuidado de su padre, optando por no casarse ni tener hijos.

La señorita Adriana Campusano Ravenna, era la secretaria ejecutiva de la Chilex Exploration Co. lo que en la actualidad es Codelco. Ella tenía que ver casi con todo lo administrativo de la empresa, hasta que jubiló.

Pero lo que más enfatizan sus conocidos es la faceta solidaria que tuvo Adriana Campusano. Prueba de ello es lo que cuenta la profesora, Ellen Bell Izquierdo.

'Mi padre fue contador auditor de la empresa donde ella trabajó. Un amigo lo estafó con una supuesta mina, y tuvo que vender todo lo que tenía para cubrir ciertas demandas que había. Mis padres quedaron en una muy mala situación, y la señorita Adriana, los ayudó mucho. Mi padre falleció y ella empezó a luchar para conseguir que ayudaran a mi madre a subsistir', cuenta la docente ahora jubilada.

La señora Ellen cuenta que 'la señorita Adriana logró que la empresa Chilex Exploration Co. ayudará a mi madre y le pagaran un arriendo, ya que en el único lugar que había, que era el asilo de ancianos El Buen Pastor, no había cupo y la empresa ayudó a mi madre por 10 años'.

En ese entonces la profesora de inglés se encontraba en el extranjero. 'Cuando yo llegue a Chile de vuelta, ella me ayudó mucho. Incluso hizo averiguaciones sobre una ley que el Presidente Eduardo Frei había hecho para entregar unos departamentos con la facilidad de las imposiciones. Fue así como ella logró inscribir el nombre de mi padre y así fue como a mi madre le entregaron un departamento en El Caliche y no tuvo que seguir siendo humillada buscando arriendo en una época que era muy difícil', enfatizó.

'La señorita Adriana no solo nos ayudó a nosotros, sino que a muchas personas que de alguna forma tenían contacto con ella, por eso que yo pienso que deberían reconocerle su trabajo y esfuerzos', apuntó la docente.

Hoy el futuro de la casa es incierto a la espera de que los familiares decidan qué hacer con ella.

¿Para qué sirve la poesía?

E-mail Compartir

'¿Y para qué sirve la poesía?, ¿y para qué poetas?', se preguntaba en un extenso ensayo Heidegger en 1930; indudablemente muchas cosas han cambiado, pero otras, al parecer, se mantienen inalterables, y es que discutir la utilidad del arte en tiempos de indigencia ética no es privativo de nuestra contemporaneidad. El arte y sus expresiones siempre han sido muy cuestionados, pero sospechosamente detrás han estado criterios economicistas o ideológicos.

En nuestro tiempo el cuestionamiento viene disfrazado de la frase lapidaria 'la poesía no se vende'… y comenzamos a articular una política concisa, sumaria: evitar los libros de poesía, ponerlos a reñir con la literatura para niños y jóvenes o infantil, como persisten en llamarla algunos; hacerle la guerra al poeta. Nuestro trabajo de selección se hace más simple, mecánico, y evitamos lo que se esconde detrás de esa frase. Porque a estas alturas y luego de siglos y autores dedicados a análisis teóricos y sociológicos del arte y sus manifestaciones debemos coincidir en que la poesía no se venda o consuma responde al mismo efecto de por qué se prefiere la música con armonizaciones simples y letras de bajo vuelo, o que las galerías de arte y museos sean poco frecuentados.

Detrás de esa frase está nuestra derrota como promotores, nuestra renuncia a aquella otra de Abel Prieto, me corroboró algo sabido: 'el gusto se condiciona, se moldea'. Está nuestra derrota como intelectuales adscritos a un proyecto social que pretende superar al ser humano; la poesía no se vende… y detrás están los padres que no les trasmiten la poesía a sus hijos, que ya no les cuentan historias antes de dormir, que han renunciado a los juegos de relaciones, suplantados por otros fríos, distantes; la poesía no se vende… y están los maestros que jamás se han leído un libro, los maestros que te llenan de normas frías, los maestros que instruyen pero no educan porque esa 'asignatura' no se las miden los metodólogos.

Linterna