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Doce niños inmigrantes relatan su vida en el país

cultura. Canal público también prepara 'La Sangre Tira', programa con chilenos de tercera generación.

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Doce pequeños provenientes de países como China, Alemania y la India son los que protagonizan 'Niños Inmigrantes', la nueva serie documental que hoy estrena TVN a las 18 horas.

'Es un programa de media hora en el que se retrata la vida de estos niños, su entorno y el de sus familias, y se muestra su cultura', cuenta a Emol Paz Egaña, productora ejecutiva del área de cultura de TVN, quien destaca que con el espacio 'queremos conocer cómo nos ven estos chicos, que son súper transparentes y hablan las cosas tal cual son, y sin problemas'.

Gaudí, de 13 años, es la estrella del primer episodio. Oriunda de Bolivia, llegó a Chile hace poco tiempo de la mano de sus padres, quienes se habían venido al país previamente en busca de mejores oportunidades. Junto a ellos y sus dos hermanos vive en Estación Central, y es prácticamente la mujer que lleva la casa de lunes a viernes, ya que su mamá trabaja como asesora del hogar puertas adentro.

Con un relato en primera persona, que se potencia con el uso de elementos alusivos al imaginario de la menor -como una frontera entre Chile y Bolivia construida con piezas de dominó, y que ella misma hace caer-, Gaudí cuenta cómo se ha ido acostumbrando a su nueva vida, confiesa lo que extraña de su país, y comenta qué le llama la atención.

Sabella, escritor de presencias

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La primera condición de un escritor -y la última- es su humanidad. He aquí el rasgo más evidente de los textos de Andrés Sabella. Esa su humanidad conoció de espíritu abierto a lo existente: personas, paisajes, obras y luchas fueron los derroteros por donde siguiera, paso a paso y página a página, su afán acogedor y su gusto expresivo vertido en palabras que fueron mensajes; gestos que se transformaron en abrazos; saludos que portaron invitaciones, bienvenidas y proyectos de compartir.

Sabella era alguien, es decir, una persona premunida de calidad y de calidez. Por eso supo escribir sus poemas y ensayos, sus narraciones e incontables artículos, con entusiasmo fraternal.

Escritor de presencias. Nada, o casi nada, le fue ajeno. Cuando la palabra se nutre de lo vivo -incluso si deplora la muerte de alguien- no tarda en dar señas de que el mundo y el ser humano están presentes. Y es ésta una clave fundamental de su escritura.

Podemos abrir cualquiera de sus libros e, invariablemente, escucharemos respirar la inquietud dolorida y extrema de lo humano; nos arrebatará el mar para iniciar largas singladuras; podremos contemplar la tierra y su cromatismo de cerros o de laderas, de caminos y de rincones. Al cabo, lo dicho por él fue un acercar lo distante hasta convertirlo en perfil, en vuelo, en pulsación vivísima.

Al hospedar el mundo con espíritu de asombro, manifestó gracia y hermandad, un albeado espíritu de niño, porque descubrió en la intimidad de sí y de lo existente, presencias relacionadas, mensajes en espera de ser oídos o cantados, luces en las sombras y una vocación de ser que, en la especificidad de cada especie y de cada circunstancia, se adivina el llamado a desplegar las posibilidades de confirmación, en el gesto más natural: la riqueza anidada en el don de existir.