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Andrés, desde Iquique hacia otros rumbos

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El 25 de agosto de 1989, de noche, nos reunimos un grupo de iquiqueños en Orella con Vivar, en el Sindicato de Estibadores, para escuchar a Andrés Sabella.

Andrés venía a hablar acerca de Gabriela Mistral, lo que no era de menor importancia. Pero las puertas de los lugares 'oficiales', como el Teatro Municipal, por ejemplo, estaban cerradas para él. De modo que solo pudo ser allí, en la casa generosa de generosos trabajadores (y donde poco menos de un año después nos reuniríamos con el corazón estrujado a escuchar el relato del arqueólogo Olaf Olmos acerca de la fosa de Pisagua... pero esa es otra historia).

Estábamos todos de pie, escuchando a ese brillante y entretenidísimo orador que era el poeta. Alguien puso la grabadora junto a uno de los parlantes. Todos disfrutábamos de esa interesante noche de conversación. En algún momento se cortó misteriosa o intencionadamente (quién sabe) la luz, pero Andrés continuó hablando como si nada y nos hizo olvidar la oscuridad.

Lo saludé después de la charla, como muchos otros, y sí claro, ¿de la Universidad del Norte?, se acordaba de mi (como de muchos otros). Fue cariñoso, gentil, piropero (cuando no).

'Por la medianoche cruzo la Plaza de Iquique. El reloj desvela a las estrellas. Me detengo…'

Al día siguiente, se reuniría en el mismo lugar con los jóvenes a alguna hora de la mañana. Lo esperaron, pero nunca llegó. Había partido ya, como el rey Arturo, en una barca, para su eterno viaje.

No quise estar en la catedral, al día siguiente, para ver como el poeta pasaba a ser más importante muerto que vivo y como se lo disputaban diferentes instituciones... qué tristes algunas actitudes humanas...

Preferí quedarme con el recuerdo de esa noche, escuchándolo, junto a mis hijos y mis amigos, o también, como más de veinte años antes cuando en Antofagasta éramos vecinos en Matta con Uribe y lo escuchaba hacer cantar su máquina de escribir junto a la ventana o lo encontraba 'tertuliando' en la inolvidable pescadería Zazzali, Uribe 670.

Documental recoge la tradición de los diablos de La Tirana

historia. Trabajo del realizador antofagastino, Omar Villegas, relata el devenir de estos típicos personajes de la fiesta religiosa.

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Definir el trabajo audiovisual del realizador y documentalista antofagastino, Omar Villegas, es en el fondo, una antropología visual que trata a través de sus obras desarrollar una descripción y un análisis fílmico del comportamiento humano.

Esta vez su trabajo se centró en la festividad de La Tirana. Una manifestación de religiosidad popular que traspasa el ámbito netamente religioso, ofreciendo misterios sin resolver y que es material de estudio y desafío para quienes quieren entender la conducta humana.

Los diablos están en casi todas las festividades religiosas del norte de Chile. Sus máscaras, las vestimentas, su presencia colorida y sus danzas, llaman poderosamente la atención. Cuenta la leyenda popular que representa la sumisión de Satanás antes la virgen.

Esta tradición poco a poco se ha ido transformando producto de una transculturización de su figura, ya no es el diablo rojo con máscara de yeso, zapatillas, que látigo en mano bailaban en medio de una cofradía protegiendo y guardando el orden de los danzantes. Hoy de botas, pechera y faldones onerosamente bordados, con capas, guantes y coronados por una máscara reluciente, este diablo boliviano ha desplazado al humilde diablo rojo.

Justamente ese fenómeno es el que Villegas con su equipo de trabajo quisieron retratar en de su nuevo documental titulado 'Danza con el dragón: diablos rebeldes'.

Pedro Olmos y Hernán Herrera son dos personajes iquiqueños, del barrio Matadero que año a año desempolvan sus viejos y raídos trajes rojos y sus caretas de yeso para bailar como diablos sueltos, o también llamados 'diablos rojos', otros le dicen 'diablos díscolos', porque no obedecen a ningún reglamento ni ordenanza impuesta por quienes rigen las normas en la fiesta (últimamente la iglesia ha impuesto algunas reglas impopulares entre los promesantes) y ellos bailan a su antojo, según ellos, danzan por devoción y amor a la virgen, no por promesa, ni compromiso como la mayoría de los bailes que asisten a la fiesta, según ellos 'tienen una conexión directa con la 'Chinita' (nombre que se le da a la virgen entre los promesantes). Y no bailan al compás del bombo, bailan al compás del corazón que es más fuerte que el bombo'.

'Nos dimos cuenta que a medida que pasaban los años este tipo de diablo (tarapaqueños) estaba desapareciendo debido a una renovación de bailes que hubo en la fiesta de La Tirana, donde aparecieron las primeras diabladas bolivianas, las que comenzaron a reemplazar al diablo rojo tradicional y por eso fue que nos empeñamos en que este personaje no muera', aclaró Herrera, uno de los protagonistas del documental.

Omar Villegas espera que su trabajo este terminado en octubre para ser presentado en público. Para este documental, financiado por él mismo, contó con la colaboración de Alejandro Villegas (sonido directo y musicalización), Andrés Soto (diseño y gráfica) y Fernando Castillo (diseño y gráfica).

'El documental que se encuentra en la etapa de post producción y musicalización, muestra el testimonio de estos dos personajes populares, en su lugar de descanso, entre tamarugos y carpas, y donde cuentan además, sobre su proyecto de rescate y difusión sobre estos antiguos diablos tarapaqueños, incluso como construyen sus caretas y como han motivado a otros a rescatar esta antigua tradición', explicó el realizador.

Con el colorido tan típico de esta festividad va transcurriendo el documental en el que los diablos sueltos, humildes protagonistas de esta historia, soportan el paso del tiempo y sobreviven a la fastuosidad de las diabladas cuyos carísimos trajes y máscaras son traídos desde Bolivia.

Omar Villegas es fotógrafo, documentalista y exintegrante del recordado Tambo Atacameño. Por años ha recorrido con su cámara la totalidad de los pueblos andinos rescatando y dejando para la posteridad, ceremonias religiosas, fiestas patronales, y todo el quehacer cultural de la Segunda región. Exdirector artístico del Festival Internacional de Cine de Antofagasta y consejero regional de Cultura, hoy trabaja afanosamente en esta nueva propuesta audiovisual que nos cuenta una tradición de mucho arraigo en el norte de Chile.