Afectos y errores por la ciudad
El arquitecto David Martínez dispuso esta semana de un escrito de su autoría en la que hacía un recorrido por la Antofagasta que conoció y que hoy parece tan distinta. La voz de este ciudadano, bien o mal, es la de muchos que se sienten extraños en la capital regional de las paradojas.
Si hay algo que vale la pena reconocer son las emociones, para hacernos cargo de ellas y entendernos mejor nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Las palabras de Martínez caen allí y resulta evidente que muchos antofagastinos lo creen en su totalidad.
Pero tampoco se trata de una sensación única. Santiago, Temuco, Valparaíso, Viña del Mar, Puerto Montt, Chiloé o Concepción tienen también esta clase de debates, que son propios de ciudades en transformación. Chile no es el mismo de hace 40 años, ni siquiera el de hace una década y esos cambios sobrepasan largamente lo arquitectónico.
La sociedad no es la misma y ya no lo será. Los chilenos viven más, están conectados al mundo, son más ricos, individualistas, impacientes, con más años de estudio y buscan el éxito rápido.
Antofagasta sufre de todo eso, pero quizás de algo más. Las fricciones de la riqueza y sus paradojas de calidad de vida, de inmigración, desaparición de costumbres y una avalancha de nuevas formas venidas de Chile y el mundo.
Tampoco se trata de idealizar el pasado. Hasta hace poco, la ciudad carecía de agua continua, tenía servicios caros y muy deficientes (aunque muchos siguen sin resolver) y no tenía inversión. Eso ha cambiado, en la mayoría de los casos para mejor.
Con todo, conviene preguntarse: ¿Qué es lo antofagastino? Con seguridad una cosa ecléctica, distinta y no parecida a nada en Chile. Quizás sea ese el mayor de los ruidos y la génesis de mucha de la molestia.
¿Qué nos une a todos quienes vivimos aquí? Es probable que debamos enfocarnos en ello y comenzar a resolver las inquietudes de los miles de David Martínez que habitan la capital regional. Hacernos cargo de sus emociones y construir una mejor ciudad sí es posible, reconociendo de dónde venimos, pero fundamentalmente, reinventándonos y definiendo hacia qué lugar queremos ir.