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Recordando a Sabella

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En la bien provista biblioteca de Daniel Belmar, leí y releí varios números de la revista 'Hacia', que Andrés Sabella fundara en 1933 y que distribuía gratuitamente desde su ciudad natal, a la que amaba entrañablemente: 'Sería feliz si viviera en un viejo caserío a orillas del mar con un puerto que me llevara y trajera a tierra.

Un barco donde yo pudiera escribir todo lo que deseo y que día a día descubro en una rosa, en un poema de Baudelaire, en mis gaviotas de Antofagasta. Soy el pirata feliz cuando puedo abrazar el mar en la costa de Iquique, Antofagasta, Tocopilla, Taltal…'

Quizás, por eso, Neruda comentaba: 'Mientras Sabella Nortiniza la poesía, yo la ensurezco'. Con simpleza, él se describía como el juglar en cuyas pestañas se desnudaba el mar. Para Matías Rafide, era 'un altivo caminante de nubes y desiertos, hermano de la pampa y del cielo que se deshace en máscaras'.

Tuvo que dejar su Norte Grande, para estudiar leyes en Santiago, afán que compartiría con la literatura, aunque con desigual entusiasmo. Lo justificaba diciendo que quería evitar que su padre, se muriera de gusto cuando se titulara.

Tempranamente -según Rafide- la preocupación social se manifiesta en forma clara y sostenida en su obra. En la U. de Chile integra el Grupo Avance, de tendencia socialista, en el que también militan Eugenio González, futuro rector y Salvador Allende, que todavía no soñaba con la Presidencia.

Como ellos, es opositor de la dictadura del general Ibáñez. Durante el gobierno de González Videla, y siendo dirigente del Sindicato de Escritores, es encarcelado por transgredir la Ley de Defensa de la Democracia, la que misma que permitió el desafuero de Neruda.

También lo atrapa otro género, el periodismo, y colabora largos años en diarios nortinos y revistas de Santiago. Separado de sus funciones académicas en 1981, escribe para Apsi y Análisis. Tras el mutis definitivo queda un legado de treinta y tres libros y centenares de artículos.

Linterna