La expresión 'cuarto poder' surge en los años previos a la Revolución Francesa y es atribuida al escritor y político anglo-irlandés Edmund Burke, quien la acuña para referirse, premonitoriamente, a la fuerza que le asignó a la prensa.
Esta indiscutida sentencia, que se aprecia a diario en todo el mundo, tuvo uno de sus capítulos más bullados y emblemáticos a mediados de 1972, con el escándalo Watergate, cuando la investigación de los periodistas Bernstein y Woodward, del Washington Post, denuncia el espionaje telefónico al Partido Demócrata practicado por miembros del Comité de Reelección del Presidente Nixon, que derivó, dos años después, en la renuncia del Mandatario del país más poderoso del mundo.
Hoy pareciera que comienza a incubarse, en muchas naciones, lo que pudiera devenir en un 'quinto poder'. Este nuevo poder es la voz de la gente, de los desencantados y no interpretados por los políticos de turno, que ha logrado imponer en las agendas de los gobiernos, temas no incorporados en sus respectivos programas, a fuerza de hacerse escuchar en la calle.
Esta voz se ha expresado a través de los movimientos ciudadanos o manifestaciones sociales que han concitado amplios apoyos de la población. Chile no es la excepción y sin duda que estos cambios están provocando ajustes en nuestro mapa político.
Es así como hoy vemos instalados en el Parlamento a escindidos de sus cunas políticas, a exdirigentes estudiantiles y sociales, además de figuras independientes, a quienes los partidos tradicionales se han visto obligados a brindarles espacio en sus listas electorales, ante la evidencia de la adhesión que sus nombres concitan en los votantes. Antofagasta es un vivo ejemplo de este fenómeno.
Por cierto que actualmente en Chile estas expresiones caen en tierra fértil dada la deteriorada imagen de la clase política local y sus anquilosadas estructuras. Es de esperar que los vientos que soplan, sean favorables para el país y los nuevos bríos, ideas, estilos y voluntades transversales que han emergido en el escenario político nacional, logren sobrevivir al establishment local, no tengan la vida de los fuegos fatuos ni sean caldo de cultivo para el renacer de caudillos oportunistas ni de movimientos que esconden dudosos intereses.