Este año la Región de Antofagasta ha vivido episodios dolorosos, debido a tragedias en las que jóvenes se han visto involucrados, desde crímenes hasta accidentes de tránsito en los que se ha constatado el consumo de alcohol como factor determinante.
No es fácil para la sociedad, especialmente para familiares y amigos, el asumir la muerte de personas que recién inician sus vidas como es el caso de jóvenes o adolescentes, menos cuando se trata de circunstancias tan evitables, tragedias que pudieron no haber ocurrido o incluso, 'infortunios' resultantes de los riesgos que los mismos jóvenes de hoy toman.
De acuerdo a cifras consignadas en el Informe Anual de Estadísticas Vitales elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas, la principal causa de muerte de los jóvenes entre 15 y 29 años no es una rara o moderna enfermedad, tampoco las que en términos generales terminan con la vida de los chilenos, como la hipertensión, las enfermedades cardiacas o el cáncer. Los jóvenes en Chile mueren principalmente por lesiones autoinflingidas intencionalmente (suicidios), accidentes en el transporte y agresiones.
Lamentablemente, nuestra Región no se encuentra distante a este análisis, como lo muestran los hechos policiales que han marcado este año y que han tenido a jóvenes y adolescentes como protagonistas.
La diversión sin medir consecuencias ni poner límites, la sobredimensión de conflictos al grado de anteponer la violencia gratuita, problemas particulares y sociales se van sumando a los ingredientes que alimentan las tragedias.
Enfrentamos hoy una sociedad individualista, en la que el ser humano y la razón se empinan por sobre muchos valores que antes privilegiaron la convivencia humana, el respeto, la conciencia y la solidaridad. Hoy prima lo pragmático, lo inmediato, el derecho a ser por sobre el deber ser. Instituciones que antes fueron pilares de la formación están en entredicho. Se trata, sin duda, de aspectos de nuestra vida actual que al menos vale la pena revisar para ponerle coto y buscar remediarlas.